El éxodo urbanita

17 may 2020 / 13:07 H.

El ingenio es la facultad del ser humano para discurrir o inventar con prontitud o facilidad. Esta capacidad nos ha llevado a adaptarnos a las necesidades y a los cambios que han ido surgiendo a lo largo de la historia y que son inherentes a nuestra naturaleza de seres vivos. Desde la revolución agrícola que nos permitió disponer de alimentos en periodos de necesidad ante la escasez de plantas que recoger o animales que cazar, hasta nuestros días en los que la sociedad tiene otras necesidades y se producen otros cambios, tal y como estamos viviendo.

De un modo muy parecido a cualquier organismo vivo se comporta un pueblo, ya que en definitiva es un conjunto de personas. Nace, crece, entra en su fase de máximo esplendor, entra en declive y puede llegar a desaparecer. En los últimos años hemos visto cómo muchos pueblos han entrado en declive o incluyo han desaparecido, fenómeno del que surgió el pasado año el movimiento conocido como el de la España vaciada.

Realmente un pueblo entra en declive porque no se ha adaptado a las necesidades que la sociedad exige para vivir en un determinado lugar. La sociedad necesita trabajo y medios para ganarse la vida, necesita lugares para abastecerse de alimentos, combustible u otros productos, necesita entidades donde realizar operaciones financieras y obtener dinero efectivo, necesita conectividad, una buena conexión a internet pero también conexiones físicas que faciliten transportes y desplazamientos, necesita de colegios e institutos, necesita ambulatorios y hospitales, y necesita opciones y actividades de ocio.

Estas necesidades se retroalimentan ya que al no haber trabajo la gente se marcha de los pueblos, se produce el cierre de comercios, a las empresas de comunicación no les interesa invertir en redes, no se invierte en infraestructuras por parte de la administración, se reducen las opciones de ocio y como resultado de todo ello se produce el declive del pueblo.

Y en todo esto surge un cambio inesperado, una pandemia que nos sacude y que nos hace cuestionar ese modelo de enormes ciudades donde se apiña la población en pequeños pisos, donde se produce un colapso de las vías de circulación que hace que la rutina diaria de ir al trabajo cueste horas de trayecto, donde se genera una concentración de la contaminación, donde con las prisas se descuida la alimentación, donde se viven grandes aglomeraciones y, a la vez, se dan los más graves casos de soledad, y cuya suma de factores da lugar a un deterioro de la calidad de vida y de la salud.

Esta pandemia ha traído un renacer en la valoración de la actividad agrícola y de las zonas rurales, se nos vuelve a valorar como lo que somos, productores de alimentos. Puede suponer esta coyuntura una oportunidad para retornar a los pueblos, que huyendo de los tópicos bucólicos tienen mucho que ofrecer si se adaptan al cambio que se nos ha presentado. La situación que vivimos ha puesto sobre la mesa que numerosos trabajos se pueden llevar a cabo desde cualquier punto, lo que entraña una cantidad de oportunidades para revertir el declive de los pueblos.

En estos se vive en casas o pisos más grandes a un menor coste, tenemos un menor gasto en desplazamientos que sumado a la menor concentración de vehículos trae consigo unos niveles inferiores de contaminación con respecto a una ciudad. Las relaciones interpersonales son más cercanas. Si a todo esto le sumamos que la alimentación en los pueblos es más sana por la cercanía de productos de calidad tenemos un aumento de la salud y de la calidad de vida. El comercio electrónico nos permite actualmente comprar cualquier producto con el que no cuente nuestro pequeño comercio y a la vez vender nuestros productos desarrollando industrias en estas zonas. Pero son necesarias infraestructuras de conectividad y comunicación, y mayor eficiencia en la logística puesto que todavía en algunos de nuestros pueblos no tenemos recogida o entrega de paquetería a diario. En cuanto al ocio, los pueblos tienen que aprovechar aquellos recursos que ya explotaban y adicionar las nuevas necesidades de ocio que están surgiendo de esta crisis.

El proceso no va a ser inmediato ni fácil pero ya es un primer paso que se cuente con el mundo rural como una alternativa de integración económica y cultural no como un retroceso a tiempos pretéritos sino como una reinvención de la relación del hombre con su medio.

Es el momento de nuestros pueblos, de adaptarse y de usar el ingenio.