El aceite de oliva en
los viajeros románticos

24 nov 2019 / 12:26 H.

La campaña olivarera 2018/2019 puede ser una de las peores de los últimos años para los cientos de miles de hectáreas de olivar que existen en España, especialmente para las explotaciones de menor tamaño: la climatología adversa pasada, con una dura sequía, unida al escaso cuajado tras una magnífica floración; la aceituna afectada por una plaga de mosca, y cayendo masivamente al suelo; el bajo calibre de las aceitunas, y especialmente los bajos precios que se han estado pagando en origen en almazaras, sumado a una tardía “Ayuda al Almacenamiento Privado”, decidida por la Unión Europea —con su pesada languidez burocrática—, cuando la actual campaña está pasando y ya comienza la nueva... Entramos en una gran desazón olivarera, porque en esta campaña que acaba no nos han salido las cuentas. Y como ya se termina, no prosigamos más lamiéndonos nuestras sangrantes heridas. Ahora, en este “impasse” agrario, y para distraernos un poco, os quiero recordar algunas anécdotas, consideraciones y comentarios de algunos de los escritores extranjeros que pasaron por nuestra tierra, en los siglos XIX y XX, los llamados “escritores románticos”

La industrialización de los paisajes del norte de Europa, durante el siglo XIX, trajo consigo la destrucción de muchos de ellos y desarraigo poblacional por la inmigración del campo a la ciudad, del agro a las ciudades fabriles. La pérdida de aquellos paraísos naturales, aquellas arcadias felices, propició que escritores y artistas, los denominados “románticos”, se embarcaran en viajes a países aún no contaminados por la industrialización, especialmente los mediterráneos: España, Italia, Grecia... que aún conservaban sus paisajes naturales, su ancestral arqueología y patrimonio histórico, sus folklores pintorescos, su recia gastronomía y sus cultivos tradicionales como la vid y el olivo. Fueron muchos los románticos que viajaron por aquella Andalucía, y Jaén, encontrando o idealizando su paraíso perdido, aunque también contribuyeron, en su inicio turístico, a forjar algunos de los tópicos que aún hoy nos acompañan trufados de toreros, comidas grasientas e indigestas, sol, flamenco, bandoleros y pícaros, y falta de asepsias en nuestros procesos agroalimentarios; por contra, estrenaron la buena imagen turística de nuestro país, que hoy visitan más de cuarenta millones de turistas cada año.

Viajeros, y escritores ingleses y franceses, tales como Washington Irvin (1832), el autor de Cuentos de la Alhambra, Georges Borrow (1843), La Biblia en España, que inspiró la obra de Carmen de Merimée; Theopile Gautier, Voyage en Espagne (1840). Y otros, que pasaron por Jaén, dejándonos su especial visión, tales como Richard Ford, alguna mujer como Lady Luissa Tenison (1850-1853), que relató el viaje De Granada a Mengíbar y Bailén; el danés Hans Christian Andersen, el autor de los famosos Cuentos, que se saltó Jaén en su viaje, pasando desde Granada a Córdoba directamente; Alexander Dumas, el francés de Los tres mosqueteros, escribió un librito sobre Cocina Española (1873), con consideraciones interesantes sobre nuestro aceite de oliva; Samuel Edward Cook, Charles Davillier, Gerald Brenan (1949), Despeñaperros, Jhon Haycraft (1958) ,Homenaje a Antonio Machado en Baeza, entre otros más. En el siglo XX, personajes como Ernest Hermingway o Orson Wels forjaron la imagen tópica de Andalucía, aunque no conocemos que alguno de ellos viajara hasta Jaén.

Entre 1830 y 1833, Richard Ford viajó por España Manual para viajeros por España, el libro inglés, por antonomasia, de la época, y escribe: “La carretera a Granada se abrió en 1828. Es muy pintoresca; la primera parte va por un valle muy bien irrigado lleno de higos, albaricoques y granadas. Después el desfiladero se va haciendo más estrecho y escarpado y en Puerto de Arenas se ha hecho un túnel. El ingeniero se llamaba Esteban y el trabajo es excelente. En esta carretera hay algunas posadas nuevas. Los que viajen a caballo pueden parar o en la miserable de Campillo o seguir una legua y media a Campotejar; y si quieren apartarse de la polvorienta carretera, pueden girar a la derecha en un cortijo a tres cuartos de legua de Campillo hacia Benalúa, una legua, desde allí a Colmara [sic. por Colomera] cuatro leguas y desde allí dos leguas a Granada...”.

Samuel Edward Cook, apedillado después Widdrington, residió durante tres años en España, y volvió en 1843 para escribir su libro Spain and the Spaniards in 1843 (“España y los españoles en 1843”), en el que subraya: “El paso al descender desde Campillos hasta Jaén es tan bonito que si estuviese cubierto por un bosque habría pocos lugares en España que pudieran superar o igualar a éste en cuanto a belleza pintoresca. El arroyo que corre por el valle es igualmente precioso y la situación de Jaén, elevada sobre las bellas y fértiles llanuras del Guadalquivir, al que se asoma como si de una terraza se tratara, protegida por una elevada cordillera de piedra caliza, es una de las más bonitas que hay en todo el país. Ha sido siempre famosa por sus frutas, en especial por las manzanas y las peras, que se dan en la zona en abundancia. Tienen una pera redonda que casi no se puede distinguir en la forma de una manzana que tiene un sabor magnífico que nunca he visto en ningún otro lugar y que envían a todos los rincones de Andalucía”.

El barón francés Charles Davillier (1862) emprende el recorrido hispánico acompañado con el pintor y grabador Doré, que ilustraría este viaje Viaje por Andalucía y, posteriormente, también El Quijote de Cervantes (publicado en 1863), retratando la parte mas castiza de la vida española. Los dos, dibujante y escritor, resaltan a Andalucía como una reserva cultural incontaminada: “Los aldeanos de la provincia de Jaén son conocidos en el país bajo el nombre de pastiris y pastiras, que creemos proviene de pastores. La mayoría vive del producto de sus pastos y del trabajo de la agricultura... Por lo demás se asegura que los jiennenses son buenas gentes y que practican la hospitalidad a la manera antigua”, y transcribe el antiguo refrán rimado que dice “Cuando Javalcuz/tiene capuz/y la Pandera/montera/lloverá, aunque Dios no quiera”. Henry Vollam Morton, educado en Birminghan, autor de dieciocho libros de viajes. Sobre España escribió A Stranger in Spain89 (“Un extranjero en España 89”, publicada en Londres, 1955), obra de la que hemos seleccionado su viaje entre Córdoba y Granada, a su paso por la provincia de Jaén , y en donde describe una antigua almazara: “Luego mi jovial molinero insistió en llevarme a una almazara que estaba a una media milla de distancia, un viejo edificio que apestaba a ancestrales cosechas de aceituna. Allí no había nada que ver a excepción de una piedra de molino de la que tiraba una mula, con los ojos tapados, me dijeron, para evitar que se marease. Durante la época de la molturación, las olivas con huesos y todo, se echan en el molino y se muelen hasta obtener una pulpa, siendo por supuesto el mejor aceite el que se obtiene del primer prensado. Los huesos pulverizados se utilizan como combustible para quemarlos en estos braseros de aspecto oriental que se ven apartados en las esquinas de las casas españolas esperando el invierno. La operación se lleva a cabo con absoluta simpleza. El aceite pasa de los bidones a las tinajas cada una tan grande como para que allí quepan Alí Babá y diez de sus compañeros, que están enterradas en la tierra hasta sus cuellos. Mi amigo me comentó que esta era la manera tradicional de hacerlo pero que también había magníficos molinos modernos, dijo, donde las olivas eran prensadas con maquinaria y filtradas por medio de presión a vapor; así pues unas al lado de las otras en esta zona olivarera coexisten almazaras que Plinio habría reconocido con otras donde, sin lugar a dudas, hombres con monos blancos de trabajo obedecen cuadrantes y gráficos de temperatura. El molinero dijo que a los extranjeros les gusta el aceite de oliva claro y dorado, pero nosotros, refiriéndose a él y a sus amigos, lo preferimos con un poco de cuerpo”.

Y volviendo de nuestro particular viaje en el tiempo... En estos días llueve bien, y generosamente, comienza otra campaña olivarera, en la que seguiremos esperanzados...El buen labrador nunca se rinde.

consultoria.olivar@gmail.com

Notas sobre Paul Gustave Doré
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Estrasburgo, 1832-París, 1883. Considerado en su país el último de los grandes ilustradores e internacionalmente uno de los más famosos ilustradores del siglo XIX. Entre sus trabajos más notables pueden citarse las ilustraciones para “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, la “Biblia” (1865) y “La Divina comedia”. En 1862 viajó por España con el barón Davillier, pasando por Jaén e ilustrando con un bellísimo dibujo el paso de Puerta de Arenas, en el término municipal actual de Campillo de Arenas (Jaén); aunque en la publicación de la revista “Sumuntan” número 21, de Sierra Mágina, el escritor Enrique Escobedo sostiene documentadamente que este paisaje podría ser el de La Cerradura, en lugar del de Puerta de Arenas, por la descripción de Duvallier sobre este precioso complejo kárstico: “Las desiertas gargantas que atravesamos se prestaban a historias de bandidos. A un lado de la carretera había un precipicio cuyo fondo se perdía en las tinieblas. Al otro, una alta muralla de rocas cortadas a pico se levantaba por encima de nuestras cabezas como gigantescos obeliscos...”.