Del nombre de las calles (XI)

22 sep 2019 / 12:32 H.

El estudioso de calles suele ser una persona cuidadosa, paciente y observadora. El nuestro, además, era enjuto, algo encorvado a pesar de su metro cincuenta y cinco de estatura, ciertamente de pelo canoso, muy fino, peinado hacia atrás; vestido siempre de traje gris, ojos verdosos tras unas antiguas y enormes gafas de montura de pasta negra que no ocultaban ni su edad, los sesenta y muchos consolidados, ni su mirada franca e inteligente. Se acompañaba de una ajada cartera de piel que había conocido mejores tiempos, llena de papeles donde apuntar con una cuidada caligrafía sus impresiones y los datos necesarios para su estudio o los nombres curiosos como, por no ir más lejos o sí, en Berlín se encuentra el Boulevard UNTER DEN LINDEN, (Bajo los tilos, en alemán) que con el pragmatismo habitual germano, se bautizó así por que se encuentra, calle y aceras, debajo de las copas de unos magníficos tilos (así que tiene que ser una de las avenidas más relajadas de toda Alemania). Al parecer, data del siglo XVI como camino al coto de caza del príncipe Juan Jorge I de Hohenzollern (antes de que sus descendientes recalaran en Marbella), hermoseado por esos bonitos árboles de la familia Malvaceae, de muy buena sombra. Ha sido el centro neurálgico de la vida cultural berlinesa, sobre todo al final del siglo XIX cuando se construyó la ópera estatal, (bautizada popularmente como Lindenoper, la ópera de los tilos, para no rebuscar más nombres), objeto de poemas de Schiller, Heine y Goethe y de varias canciones, entre ellas, Untern Linden, untern Linden, que cantaba la Marlene Dietrich. Todo muy bucólico hasta los años de la Segunda Guerra Mundial en que quedó algo agujereada por cortesía de la USAF y la RAF. Allí desaparecieron los famosos tilos, que se replantaron en 1950. Después del muro, quedó en el lado oriental y hoy ha recuperado su esplendor, sobre todo como lugar de compras y buenas cervecerías de las de a litro la jarra. Pero siempre con mucha tranquilidad. ssce casi 90 años. Cuando estuvo en Jaén, nuestro estudioso se propuso revelar y explicar todo tipo de nombres elegantes y dedicados. De sus escritos hemos tenido acceso a los siguientes extractos para vuestro disfrute:

En el callejero jaenero abundan los nombres de calles que son ideales para tapar un nombre inconveniente o malsonante o maloliente. Y no precisamente por ese orden. A la calle Huerta de los Cuernos y la de Las Moscas, (hoy calle Navas de Tolosa y San Blas, respectivamente), se une la calle PRÍNCIPE ALFONSO, anteriormente conocida como calle de LOS MUERTOS (160 m de longitud, una media de 2,59 m de ancho, desnivel de 22 m (de 580 m s.n.m. a 558 m s.n.m.), 17 números en los impares y 18 números en los pares). La calle, en empinada cuesta, une Ejido de la Alcantarilla y Carrera de Jesús (justo a la altura de la plaza de Santa María, esquina ayuntamiento), de hecho, recibió el nombre de calle Santa María, luego del Sochantre o Chantre, hasta que en el siglo XVII se la bautizó como calle Dr. Manzaneda, por residir en ella el famoso doctor que hizo frente a la epidemia de 1681 en el hospital de la calle Juan Izquierdo y que cesó tras la visita al hospital de Jesús Nazareno. En cuanto a su mortal denominación, (una vez desechada por falta de evidencias escritas, la de por la continua interjección, (¡¡¡Sus muertos...!!!), al hacer frente, el viandante, a su desnivel cuesta arriba), hay varias versiones: por la costumbre de rezar en su embocadura unos responsos por encontrarse cerca de un antiguo cementerio o, la más oficial, que durante una epidemia en el siglo XVIII fueron tantos los fallecidos en esa misma calle (¿cosa de falta de Feng Shui, quizá, o de malas aguas o de malos vientos o por pura casualidad?) que empezó a conocerse como calle de Los Muertos. En 1865, aprovechando la visita que hizo la familia real a Jaén en 1862, se decidió cambiar tan sugerente nombre por el de Príncipe Alfonso, en aquel entonces, hijo de Isabel II y futuro Alfonso XII, cosa que no creemos que le gafara, aunque recordemos que Alfonso XII murió a los 27 años de una tuberculosis. Sea como fuere, la calle enlosada aún, es lar de casas señoriales, aunque sea de fachada, como la de los números 1,2,8 y 12. Y si queréis observar una curiosidad, aún conserva en su suelo una antigua tapa de alcantarillado en piedra, como era costumbre hace ya muchos años. Por otro lado en el callejero jaenero abundan los nombres de calles con nombres variables (según uso característico de algún edificio principal) para terminar dedicadas a periodistas y otros miembros de la canallesca, como es el caso de la calle GARCÍA REQUENA, (250 m de longitud, una media de 4,2 m de ancho, desnivel de 28 m (de 583 m s.n.m. a 555 m s.n.m.), 39 números en los impares y 32 números en los pares), paralela a la anterior Príncipe Alfonso, dejando a su distancia y entremedias la calle Espiga (o de Jiménez Serrano). O sea, que va desde la calle Senda de los Huertos hasta Carrera de Jesús, en otra preciosa cuesta. Su nombre original fue el de calle VERA CRUZ, por la cofradía más antigua (como todas las de esa advocación en toda España), ya que todas las noticias nos aseguran que la cofradía de la Santa Vera Cruz fue la primera de su género fundada en Jaén, allá por 1541. El deseo de tener hospital pronto lo realizó la cofradía, cuando un tal Francisco de Baeza, vicario perpetuo de la Santa Iglesia de Jaén, le donó casas en la collación de Santa María en el arrabal de la huerta de las Monjas (así llamado porque en su origen estuvo allí el convento de Santa Clara), que lindaban con la calle Real, para que “sean hospital de la vocación de Nuestra Señora de la Santa Vera Cruz de la dicha Cofradía”. Al tiempo la calle pasó a denominarse calle RECOGIDAS, (nombre que conservó hasta hace bien poco), ya que en 1618, el obispo Sancho Dávila compró a la cofradía de la Vera Cruz la casa y hospital que decían de Santa Ana, y en ella se acomodaron las llamadas Arrecogidas o Arrepentidas, (esas mujeres que abandonaban el ejercicio y efecto de la calle) y que estaban ligadas al convento de Santa Úrsula, en donde, del llamado Recogimiento se encargaba una cofradía. Para los curiosos, todavía se conserva la portada en piedra de la capilla que se hizo para el hospital y recogimiento de mujeres. Dicha capilla se mantuvo hasta 1850, para dedicarse a escuela y por último, boquear de muerte, en el año 1970 para resucitar en anodino edificio de vecinos. La portada se trasladó a la calle Arco de los Dolores, a un edificio propiedad del Ayuntamiento, salvándola del fuego arquitectónico, a iniciativa del entonces arquitecto municipal, Luis Berges Roldán. Por último avatar nominativo, la calle volvió a cambiar de nombre en 1911 por el de García Requena, en honor a Ricardo García Requena, nacido en Jaén en 1861 y cocinado hasta convertirse en un destacado y combativo periodista, además de un combativo y destacado partidario político, siendo miembro del partido republicano-federal, del que fue secretario local, del partido liberal, del que dirigió El Contribuyente, hasta su final afiliación por el partido conservador. (No gastaría, “ni ná”, en chaquetas el bueno de Ricardo). Se ganó la vida como periodista, donde ejerció en Madrid, con muy buena fama y prensa (nunca mejor dicho), pero le tiró la tierra natal y se volvió para Jaén, donde casó con Aurora Vargas. Ya en nuestra ciudad, decidió firmar sus cientos de artículos con el pseudónimo de Cantaclaro, que bien pareciera lengua limpia de pelos. Colaboró en La Solución, El pueblo Católico, Jaén minero, El Chirri, El Clarín... Asumió la dirección de El Contribuyente y de La Regeneración, hasta su muerte. Su talento y el profundo conocimiento del oficio le acompañaban y eran sobradamente apreciados y públicamente reconocidos. Desde la distancia provinciana colaboró en diversos periódicos y revistas de la capital de España y tomó parte en los numerosos actos culturales y literarios del momento. Sus escritos fueron galardonados en diferentes concursos, lo que en su recuerdo y su nombre, se tradujo en un Premio Periodístico y Literario que concedía el Ayuntamiento hasta 2011. (Esperamos su recuperación para poder presentarnos con, por ejemplo, el presente artículo). La muerte le alcanzó en la plenitud de la vida en su casa, el número 2 de la calle Recogidas. Las exequias se celebraron en la Parroquia del Sagrario, gran manifestación de duelo en la que estuvieron representados todos los estamentos de la ciudad. En 1912, fruto de un homenaje en su memoria, se colocó en el número 14 de la calle Maestra una placa con la siguiente inscripción: “En esta casa nació / el insigne periodista / Ricardo García Requena. / La Asociación de Prensa / de Jaén dedica este recuerdo a su memoria”. Ya sabemos donde nació y donde falleció: en dos bonitas calles de Jaén.