Del nombre de las calles

07 jul 2019 / 12:16 H.

El estudioso de calles suele ser una persona cuidadosa, paciente y observadora. El nuestro, además, era enjuto, algo encorvado a pesar de su metro cincuenta y cinco de estatura, y siendo generosos; ciertamente de pelo canoso, muy fino, peinado hacia atrás a la forma de los años 30; vestido siempre de traje gris, con chaleco de lanilla y corbata según el tiempo y ojos verdosos tras unas antiguas y enormes gafas de montura de pasta negra que no ocultaban ni su edad, los sesenta y muchos consolidados, ni su mirada franca e inteligente. Se acompañaba de una ajada cartera o cartapacio de piel que había conocido mejores tiempos, los años 70 por ejemplo, lleno de papeles y libretas donde apuntar con una cuidada caligrafía de cartilla rubio, sus impresiones y los datos necesarios para su estudio. Por las noches, en su hogar o en la habitación de su hotel, según estuviera de viaje de investigación in situ, sorprendía a su propia caricatura demodée con la más alta tecnología informática, pues todo lo esbozado durante su día recorriendo rúas, era fielmente redactado para su magna obra sobre las calles con la ayuda de un portátil de última generación y el apoyo imprescindible de Internet, donde encontrar datos estadísticos, datos topográficos, registrales, municipales, históricos y artísticos de toda índole. Lo que no estaba, lo consultaba en polvorientos archivos de ayuntamientos y olvidados documentos privados de las familias pudientes de la localidad amontonados en desvanes de palacios con solera.

Cavilando y cavilando durante años llegó a muchas conclusiones. Sobre los nombres de las calles se puede hacer todas las agrupaciones que se quieran (o puedan). Las hay dedicadas a personas importantes, locales y foráneas, a artistas, a vivos, a fallecidos, a animales, a miembros del reino botánico, del santoral, a Dios y a su madre (literalmente), incluso a oenegés (ONGs) y a todo lo que se pueda nominar, aunque siempre las que más les fascinó eran las poéticas, como las había denominado en su propia clasificación. Por no ir más lejos o sí, en Lisboa hay una calle muy empinada, adoquinada y acerada con esas típicas y preciosas teselas blancas y las negras haciendo olas dibujadas, que se llama “Rua Da Misericórdia” y que parte de la Praça Luís de Camões, uniendo el mítico Chiado hasta el Barrio Alto. No puede haber nombre más hermoso para una calle donde estuvo uno de los tribunales de la inquisición en una pendiente de difícil subida en la que se apela a Dios a cada paso.

Cuando estuvo en Jaén, nuestro estudioso se propuso revelar y explicar todo tipo de nombres elegantes y dedicados, que rinden el recuerdo a todos aquellos que fueron y serán recordados, aunque sea en una placa en cada esquina, sitio privilegiado, pero a veces sólo pronunciado para indicar al o a la taxista una dirección. Triste recuerdo, si no se sabe quien fue, o feliz homenaje, si queda en el recuerdo con el mismo o más cariño con el que se decidió poner allí, sobre nuestras cabezas y enganchado a nuestras viviendas. Aún así, fiel a sus gustos, no quiso olvidar aquellos nombres que le removían la sensibilidad con un nombre acertado o una palabra singular. De sus escritos hemos tenido acceso a los siguientes extractos para vuestro disfrute:

En el callejero jaenero abundan los nombres poéticos. En pleno casco antiguo y castizo, en el denominado barrio de La Magdalena por la iglesia antigua que lo preside, partiendo de enfrente de la puerta del patio de la iglesia (un resto de la antigua mezquita sobre la que se asienta el templo) y entre la Plaza de la Magdalena y la calle Bobadilla Alta, hay una calle llamada ZUMBAJARROS, (120 m de longitud, una media de 4,5 m de ancho, desnivel de 25 m (de 596 m s.n.m. a 621 m s.n.m.), 27 números en los impares y 28 en los pares), que, si se emboca desde la plaza, se salva la cuesta de gran empaque con escalones. Esta gran inclinación en su piso, por el que costosamente se acarreaban los cántaros de agua desde la cercana fuente del raudal del Lagarto hasta las partes más elevadas y por esos días de lluvia, que a buen seguro bajaba y baja un pequeño torrente de agua desde la parte más alta; por esta u otra causa, hubo de influir en su denominación. Aunque quizá uno de los nombre más poéticos en la ciudad, sea la calle de FRENTE A JESÚS, (61,15 m de longitud, una media de 9,25 m de ancho, desnivel de 5 m (de 596 m s.n.m. a 591 m s.n.m.), 7 números en los impares y 4 en los pares) allá en el barrio de La Merced, entre la calle Merced Alta y la desembocadura justo delante de los cantones que van a dar al Camarín de Nuestro Padre Jesús. Es una muestra perfecta del cariño que se tiene en Jaén al nazareno, que como no puede ser de otra forma, es protagonista de muchos nombres en sus calles, cuanto más en su barrio, que lo acoge desde la lejana fecha de 1588, según me he informado, cuando en aquella parte de la ciudad a extramuros de la antigua muralla, no existían ni las calles, pero sí un convento de Carmelitas Descalzos que desde esas fechas acoge a su cofradía, la de las madrugadas de los Viernes Santo. Hoy en día, alrededor del llamado Santuario Camarín de Nuestro Padre Jesús, se registran las calles Cañuelo de Jesús, por un pilar de agua, hoy desaparecido, que abastecía al barrio, Camarín de Jesús, ya que bordea al edificio, Carrera de Jesús, que merece una explicación más adelante por haber sido una de las calles más importantes del Jaén antiguo, y la citada Frente a Jesús. No se puede unir mejor la propia descripción física de una calle que desemboca enfrente de la iglesia y el propio gesto de estar delante del Señor de Jaén, casi, casi, a sus pies implorando su favor...

Así, si vais por una calle de Jaén, sea cual sea, haceros siempre una pregunta extraña sobre algo de la propia calle, un edificio, una fachada, un comercio o un bonito rincón, o sobre el porqué o el qué o a quién debe su nombre, mirando la placa en sus esquinas. Ayudad, con lo poco o mucho que sepáis, a rescatar los nombres de nuestras calles olvidadas.