Deblas y fandangos

06 nov 2016 / 11:18 H.

En el caso de las deblas, nombre que para mí está muy clara su procedencia, tampoco hay unanimidad sobre su procedencia entre los aficionados al cante, pues para algunos este palo recibe el nombre de una toná que en su copla decía: “Ay, debla, deblica, debla”.

Pienso que parte de esta “explicación” puede ser cierta, pero no nos aclara nada al respecto. Para mí, repito, el nombre de esta toná se debe a que el vocablo Debla, aclarando que este término procede del vocablo caló, significa virgen y como la debla es una toná difícil de interpretar y de gran belleza, pues en un alarde de euforia alguien comparó su belleza con la de la Virgen. Que conste que esta es otra de las suposiciones al respecto.

¿Verdad que ahora ya tiene algún sentido? Ya conocemos algo del nombre, pero puede ser que más de un lector continúe sin saber de qué estamos hablando, pues aunque sepamos que estos artículos versan sobre el flamenco, esto no quiere decir que ya sepamos que nos referimos a un palo de los que genéricamente denominamos tonás ciudadanas.

Cuando decimos toná, nos estamos refiriendo a cantes que se interpretan sin acompañamiento de guitarra o de cualquier otro instrumento, es decir, entra dentro de un grupo de cantes que se interpretan a “palo seco.” Como el último artículo sobre flamenco vio la luz el primer fin de semana de julio, creo que vendrá bien recordar que en él hablaba de la carcelera, que junto con la debla y el martinete forman el apartado de las tonás ciudadanas.

Si seguimos la teoría evolutiva del flamenco, podemos recordar que, después de la desamortización de Mendizábal, se dio un importante movimiento migratorio desde el campo hacia la ciudad.

¿Recuerdan que decíamos que el campesinado que migró a las grandes urbes, aparte de llevar sus míseros enseres también se llevó, como no podía ser de otra manera, sus costumbres, tradiciones y folclore? Pues dentro de este bagaje cultural se incluían las canciones que tradicionalmente le habían acompañado en sus trabajos del campo y en las reuniones nocturnas familiares alrededor de la hoguera. Una vez instalados en la ciudad, estos emigrantes ocuparon los puestos de menor cualificación. La mayoría eran analfabetos, y algunos con tal de que la familia no muriese de hambre, pues eso, se dedicaron a robar, generalmente pequeños hurtos de alimentos que les permitían subsistir.

Quien tuvo suerte se hizo herrero, y en la fragua cantaba esas tonás tan tristes como son los martinetes; otros se hicieron vendedores ambulantes y cataban los pregones, otros... pues eso, que fueron apresados y aun dentro del presidio cantaban sus penas por tonás carceleras, y aquellos que tuvieron un poco más de suerte pudieron dedicarse al cante y con la intención de enriquecer melódicamente estas tonás pues cantaron por debla. Las deblas, como el resto de las tonás ciudadanas, se forman con estrofas de cuatro versos octosílabos en las que riman de forma asonante los versos pares y quedan libres los impares.

Eso de que los versos son de ocho sílabas es solamente una aproximación a la realidad, pues la métrica de las coplas flamencas difícilmente cumple las reglas clásicas de la lírica.

Hay que tener en cuenta que dichas letras eran inventadas por los propios cantaores y hay que recordar sus escasos o nulos conocimientos literarios.

Los herreros de la Cava, / ellos lloraban primero / cuando se murió Tomás / el mejor del mundo entero.

Y siguiendo el enunciado de este artículo pasamos a ver uno de los palos más populares: los fandangos. Cuando hablamos de fandangos, siempre lo hacemos en plural, dado que difícilmente encontraremos una región española que no tenga una copla propia en su folclore y que no se denomine fandango. (A veces se denominan jota).

“Las mujeres de la sierra / para dormir al chiquillo / en vez de cantarles nana / les cantan un fandaguillo”

Así reza una letra de algunos fandanguillos que se cantan en pueblos de las sierras de Jaén, y es que, no es para quitarle importancia, no es porque se consideren algo pequeño, es, simplemente, un diminutivo que expresa cariño y proximidad, es un diminutivo que indica la pertenencia a todo el pueblo y con esta intención es con la que se popularizó el término fandanguillo.

El nombre de fandango, como el resto de los palos, está sujeto también a diferentes opiniones, todas muy respetables y hay que comprender que cada uno nos quedemos con la explicación que consideremos más apropiada, sin que esto sirva para descalificar las otras teorías.

Autores hay que dicen que puede proceder del término latino fadu, que significa hado. Quienes sostienen esta procedencia, la hacen coincidir con el término lusitano fado, nombre genérico en el que se engloban las melódicas y tristes canciones populares portuguesas. Para otros autores, el nombre de fandango proviene de a raíz fanda, que en el idioma mandinga significa convite y el sufijo ango, procedente del mismo idioma que le imprime el carácter de baile a la raíz fanda.

Como los fandangos son muy variados, y por tanto es tema largo de contar, dejemos estas palabras como introducción al tema y este será el principio de la siguiente entrega.