Cuando se cata todo
BUENA DIGESTIÓN. No pocos científicos, reconvertidos en ideólogos, han visto que la lucha contra el consumo de tabaco puede exportarse a otros hábitos infestos en la dieta
Me hace gracia observar tantas catas de innumerables productos como menudean por las redes. Del me gusta/no me gusta y los comentarios benéficos o salvajes pasamos a la voz de los “expertos” que catan, prueban y pontifican sobre todo.
Estas experiencias se encaraman hasta periódicos digitales con estimable impacto en nichos de audiencia concretos. El penúltimo jurado del gusto y el sabor del que he tenido noticia pasea por Elconfidencialdigital, una web de información política que viene colgando vídeos de catas ciegas de “entendidos” en vinos, chocolates... y siempre quedan los últimos, o casi, los productos Hacendado, de Mercadona.
No me llama la atención que pueda haber intencionalidad en las demostraciones, ni siquiera me sorprende el resultado, pues está cantado que un chocolate de 1€ tendrá menor calidad y sabor más mediocre que otros de 6, lo que me sorprende es la ingenuidad de los promotores de tales efectos.
¡Pues claro que el producto low cost elaborado es de peor calidad, sabor, textura, presentación.... que la mayoría; en lo único que ganan es en azúcares, grasas, agua... ¿Pero piensan que descalificándolo va a ser sustituido por otro de marca? Es prácticamente imposible: en el comercio alimentario manda el mercado; de la misma manera que en el arte es el dinero quien decide que es lo bello y que se compra, aquí es la pasta disponible en bolsillo la que decide que se compra.
Así que Promarca lo lleva crudo: o las marcas líderes y las segundas bajan precios (lo están haciendo) o cuando les toque hacer arqueo comprobarán que han hecho un pan como unas tortas después de tanto esfuerzo empleado.
Ocurre aquí algo parecido a lo que sucede en el mundo de la crítica cultural y de arte: los críticos no influyen nada. Quien decide el valor de una obra (una escultura, un cuadro) es ese chino forrado que compra por puro capricho de manera aleatoria. De nada vale promover las magdalenas más sabrosa y ecológicas del mundo si “Lidl” te vende una bolsa de dieciocho unidades “deliciosas” a 1,10€euros.
poderosos mercados. Los mercados son tan poderosos y tozudos que resisten las legislaciones más restrictivas y logran desviar hasta los sumideros del olvido toda campaña de sensibilización en materia alimentaria que pueda inquietar su cuenta de resultados.
Claro que otros (los gobiernos más poderosos y las organizaciones internacionales de gran influencia social) están aprendiendo su manera de operar y quieren replicarles con sus mismas armas: imposición y rudeza.
No pocos científicos, reconvertidos en ideólogos por esos grandes centros de influencia que sin los lobys, han visto que la lucha contra el consumo de tabaco ( todo un éxito) en el mundo puede ( y debe) exportarse a otros frentes para extirpar funestos hábitos sociales y en penosas infestas en nuestra dieta.
Por ejemplo, puesto que las patologías cardiovasculares, determinados tipos de cánceres y la diabetes (la tríada de la muerte en el presente) tienen demasiado que ver con el alto consumo de grasas, azúcares y ciertos hidratos, tratan de influir sobre los gobiernos de tal manera que algunos están armando legislaciones furibundas: prohibiciones radicales y mayores impuestos empiezan a ser debatidos en numerosos parlamentos.
Los mercados están alarmados, los grandes grupos multinacionales de alimentación y marcas tiemblan. La cuestión, no obstante, es que las autoridades y sus principales asesores empiezan a comportarse, abusivos e intolerantes, como los mercados vienen haciendo en las últimas décadas. Así pues, estamos en puertas de grandes luchas de titanes. La diferencia con precedentes encontronazos es que ahora no se batalla por una sociedad mejor, más libre y sana, sino por el poder absoluto para decidir qué comemos y cómo debemos disfrutar. Como los grandes ricos deciden en el mercado del arte.