Confesando a golpes

Uno de los retos en los que trabaja Amnistía Internacional desde hace años es el de hacer desaparecer la tortura, que aún sigue presente en todo el mundo

30 abr 2016 / 20:23 H.

El hacer desaparecer la tortura del mundo es uno de los objetivos más antiguos de Amnistía Internacional. De hecho, en el año 1977, la organización recibió el Premio Nobel de la Paz, y, en 1978, el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por su campaña contra la tortura.

Desde entonces han pasado mucho años, pero Amnistía no ha dejado de trabajar contra la tortura. Sencillamente porque sigue presente en todo el mundo y, en muchos países, es endémica. Por ello, seguimos trabajando en el marco de la campaña que hemos llamado Stop Tortura.

Estos meses de abril y mayo la organización centra su actividad en España en el caso de Yecenia Armenta, que lleva tres años en prisión preventiva en Sinaloa tras ser acusada de asesinar a su marido y torturada por la policía hasta obtener su confesión. Según ha contrastado nuestra organización en julio de 2012, llevaba en coche a unos familiares al aeropuerto cuando la policía le ordenó detenerse al borde de la carretera. Luego la obligaron a bajarse, le vendaron los ojos y se la llevaron. La acusaron de ordenar el asesinato de su esposo y no pararon hasta obligarla a confesar. La colgaron boca abajo de los tobillos. Fue golpeada, asfixiada con una bolsa de plástico, ahogada con un trapo de agua y violada por los policías que la habían detenido ilegalmente, con los ojos vendados. Durante quince horas fue torturada, tal como acreditan expertos médicos independientes que han examinado a Yecenia dos veces.

Aceptó firmar su confesión reconociendo haber mandado matar a su marido. Intentó suicidarse cuando los policías amenazaron con violar y matar a sus dos hijos si no aceptaba su culpabilidad.

Ella sigue en prisión preventiva desde hace más de tres años. Solo la tortura y el miedo a la muerte de sus hijos, le llevaron a confesar algo que nunca había hecho.

En Mexico, la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió más de 7.000 quejas de malos tratos y torturas, y la impunidad de los perpetradores es casi total. Se ha transformado en algo cotidiano hasta tal punto que una encuesta, realizada por Amnistía Internacional en 2014, resaltaba el temor de un 64% de los mexicanos a ser torturados si caían en manos de la policía. Otro caso de tortura en ese país es el de Miriam López, adoptada por el Grupo de Jaén de Amnistía Internacional, a la que también se arrancó una confesión empleando la tortura como si el mundo no hubiera avanzado en los últimos cinco siglos. En México existe una discriminación de género muy arraigada. Las mujeres y niñas son sometidas a menudo a discriminación, exclusión y abusos de poder y, por ello, son especialmente vulnerables a la tortura sexual cuando están bajo custodia.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha ordenado a México que elabore protocolos y procedimientos sensibles al género para investigar la violencia sexual, algo que no se ha hecho.

La única prueba contra Yecenia es su confesión bajo tortura en una investigación policial plagada de errores e irregularidades. Desde Amnistía Internacional pedimos la retirada de los cargos de inducción al asesinato y que el Procurador General de Sinaloa ponga a Yecenia en libertad. Pero esa no es la intención de las autoridades.

Mientras, Yecenia Armenta sigue soñando en sus viajes mirando las tarjetas que recibe de todo el mundo enviadas por activistas y simpatizantes de Amnistía Internacional. En la década de los 70 empezamos a luchar contra la tortura, ese ataque cruel a la dignidad del ser humano, cometido por quienes cobran su sueldo por protegernos. Hoy seguimos haciéndolo. ¿Quieres unirte a nosotros?.