Compartiendo nuestra vida...

Javier Navarro relata la experiencia vivida, el pasado verano, en Bolivia, de la mano de la ONG marista “SED”. Tres semanas compartidas con otros tres misioneros en las que conocieron su realidad de primera mano

    20 nov 2016 / 11:34 H.

    Mi nombre es Javier Navarro y desde hace dos años estoy viajando en verano a Bolivia para realizar un campo de misión en las comunidades campesinas de la Siberia boliviana. Desde hace bastantes años he deseado tener esta experiencia. Hablando sobre cómo hacerla realidad, me recomendaron vivirla en grupo y poder prepararme mínimamente antes de aterrizar por allí. Es por eso por lo que acudí a un encuentro de nuestra ONG marista “SED” y entré a formar parte del grupo llamado “Proyecto Bolivia”.

    Tras terminar el curso como profesor marista, marché a Barajas para viajar al aeropuerto boliviano de Santa Cruz. Hemos compartido la experiencia el hermano marista Bonifacio, Javier García, Laura y yo. En Santa Cruz pasamos dos días habituándonos al horario, haciendo compras para el campo de misión y conviviendo con la “familia marista boliviana”. Me impresionó cómo viven miles de personas “buscándose la vida” en esta gran ciudad.

    Tras estos días, viajamos en flota (autobús mediano) hasta la ciudad de Comarapa, ciudad mediana a los pies de los valles interandinos entre Santa Cruz y Cochabamba. Son algo más de unos doscientos kilómetros, pero tardamos más de cinco horas en recorrerlos. Para nosotros es una opción intentar vivir de la manera más parecida a como lo hacen las gentes con las que pretendemos vivir.

    Allí nos acoge una comunidad de Hermanos Maristas, junto a ellos hay una floreciente comunidad laical que anima y lleva adelante dos colegios y un instituto agropecuario. También llevan adelante un internado de niños y niñas llamado “Montagne”. El hermano Bonifacio ha permanecido todo el tiempo en este internado. Este internado es muy importante para nosotros porque en él viven jóvenes que no pueden seguir sus estudios en sus comunidades campesinas, la educación termina en sexto de Primaria y son becados por nuestra ONG para poder completar sus estudios.

    A estas comunidades acudimos Javier García, Laura y yo. En concreto, este verano hemos estado en Astilleros. Hay una gran subida ya que ascendemos hasta cerca de los tres mil metros de altura.

    Este ha sido el centro de nuestra experiencia. Allí hemos pasado tres semanas viviendo con sesenta familias diseminadas por un valle donde la mayoría vive de su trabajo en el campo. Nosotros vivíamos en la escuelita. Cada día hemos visitado una de estas familias donde desayunábamos, comíamos y cenábamos de lo que ellos mismos tomaban. Principalmente, arroz, pasta y “papa”. Esto nos ha permitido entrar en sus casas, ver cómo viven y que nos hayan contado su forma de vida en sus potreros (medianas huertas). Nos ha permitido poder preguntarles por sus esperanzas y sus sueños, también conocer sus problemas. Por las tardes, una vez que los profesores habían acabado sus clases, nosotros hacíamos talleres con los niños que se podían quedar. Allí las cosas eran muy simples, una pelota era suficiente para verlos felices, un taller de dibujo, de manillas (pulseras), han sido la manera de conocer al verdadero tesoro de Astilleros, sus niños y niñas. Por las noches les ofrecimos poder tener catequesis para prepararlos al bautizo, la comunión y la confirmación. Eso nos permitió poder acercarnos a su religiosidad y compartir algo de su fe y nosotros hablarles de la nuestra.

    Son muchas las anécdotas, pero sobre todo las imágenes y sentimientos que traes cuando regresas de esta experiencia. La convicción de que somos afortunados por nacer aquí aunque nada hayamos hecho para estar nosotros aquí y ellos allí. La certeza de que por encima de distancias culturales somos personas, y hermanos, que nos enriquecemos mutuamente. Os puedo asegurar que no solo hemos dado nosotros, ya que hay una sencillez y unas ganas de luchar por la vida que me enriquecen y confrontan.

    internado marista
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    En la fotografía superior, jóvenes del internado Montagne. En él viven jóvenes que no pueden seguir sus estudios en sus comunidades campesinas. Son becados por la ONG marista “SED” para poder continuar su formación.

    tres semanas en astilleros
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    Niños de la comunidad campesina de Astilleros. Tres de los misioneros compartieron tres semanas de convivencia con las familias que viven diseminadas en el valle. La experiencia les permitió compartir con ellos el día a día, conocer sus inquietudes y sus aspiraciones, así como sus problemas.

    Vivencia compartida
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    Gerardo y Catalina, familia de Astilleros, con los misioneros: hermano Bonifacio, Javier Navarro, Javier García y Laura Conesa.

    unidos
    en la fe
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    En la fotografía de la izquierda, adultos en la celebración de su primera comunión. Las tres semanas en Bolivia les permitieron conocer de cerca cómo viven su fe y que los misioneros compartieran con ellos cómo la viven.