Carta de una comisaria

13 nov 2016 / 11:41 H.

L a celeridad cotidiana con la que trabaja un periodista deja escasos espacios y momentos para la reflexión. Parir un periódico cada día, desde la primera hasta la última página, supone un esfuerzo en equipo que requiere una buena dosis de coordinación, de profesionalidad y de dedicación sin límites. Es trabajo y vocación. Es obligación y diversión. Es compromiso y regocijo. Para quienes tenemos el honor de formar parte de esta casa, hacer cada día Diario JAÉN nos permite vivir ocasiones únicas. No hay mejor sitio para practicar el noble oficio del periodismo que en una provincia que permite escribir de todo. La libertad incondicional, sin grados de ningún tipo que constriñan la creatividad, está garantizada en un territorio con muchas historias por contar. Escribir y crear belleza con el lenguaje está impreso en nuestro ADN, forma parte de nuestra filosofía de vida. Informar, formar y entretener son las funciones anotadas en mayúscula en las normas de estilo de un periódico con setenta y cinco años de historia. Sacar a la calle el mejor producto está en nuestra agenda diaria, un libro de anotaciones al que añadimos obligaciones compartidas pensadas en Jaén. Este año está colmado de esas pequeñas —y no tan pequeñas— notas a pie de página en forma de singulares acontecimientos para festejar tan importante efeméride. Doce meses repletos de actos sociales en los que, agudizado el ingenio, los jiennenses tuvieron y tendrán la oportunidad de experimentar sensaciones inolvidables. La más reciente, no por ello más importante, una exposición en la que se mostró al público, desde las blindadas puertas del desaparecido Banco de España, el pasado, el presente y el futuro que se vislumbra desde la atalaya de Jaén.

La organización fue intensa. El encargo del director, Juan Espejo, pudo ser considerado, en los incipientes prolegómenos, como un marrón, término con el que se conocen, en el argot, los trabajos que suponen una misión casi imposible. En cierto modo, no es que pudo, sino que llegó a ser estimado como un proyecto más que complicado. No fueron fáciles los preparativos y, aunque el guion estuvo perfectamente dirigido —lo que ayudó bastante—, hubo momentos en los que resultaba fácil pensar en la imposibilidad de llegar vivos a la inauguración. Como todo sacrificio tiene su recompensa, esto no iba a ser menos. Participar en la confección de “Érase una vez... La historia de Jaén contada por su periódico de cabecera” fue todo un honor. Puede resultar pedante e, incluso, vanidoso. Sin embargo, esa es la verdad. Hasta el momento había sido hija de mis padres, hermana de mis hermanos, madre de mis hijas, periodista de esta casa, pero me faltaba ese plus que da ser comisaria de una exposición.

Ironías aparte, inmiscuida en las labores de elaboración de ese gran panel cronológico, eje central de la muestra, aprendí apuntes históricos de esta tierra que desconocía. Al rescatar del inmenso archivo fotográfico que cobijan las paredes desde las que escribo encontré auténticas joyas. Escudriñar entre tomos de periódicos convertidos en tesoros fue una experiencia maravillosa. Salvar del olvido las inutilizadas máquinas con las que aprendí a teclear ayudó a remover recuerdos de la infancia. Cada detalle que los más de cuatro mil visitantes pudieron apreciar en la exposición tuvo su particular historia. Historias que se contaron en una exposición albergada en un edificio majestuoso pendiente de descubrir. Fue acertada la decisión de introducir reclamos desde la pesada puerta exterior que da entrada al inmueble del prestigioso arquitecto Rafael Moneo. Surtió efecto llenar de vida y de color el inmenso y ajardinado patio que cuidan con esmero, cada día, Tomás Fernández y Javier Ruiz. El lagarto Oli invitaba a los viandantes, desde la calle, a adentrarse en una muestra que a nadie dejó indiferente.

Para abrir boca, una máquina de escribir de madera artesanal a tal tamaño que hacen falta unas cuentas manos para acaparar sus teclas. Para la foto, una portada gigante al más moderno estilo fotocall. Para viajar, un mapa del mundo con los tres Jaén que existen: el de España, el de Perú y el de Filipinas. Para escribir, un Olivo de las Oraciones de los de verdad. Para conocer mejor esta provincia, un autobús serigrafiado para la ocasión con los eslóganes que son santo y seña de esta casa. Para disfrutar, ya en el interior, un recorrido antológico por la historia de Jaén y de Diario JAÉN con todos los elementos necesarios para comprender el ayer y el hoy.

Desde el tipómetro hasta la tablet, la maquinaria del pasado y del presente ocupó un lugar privilegiado en el Muelle de la Ciudadela. Del formato en papel al digital, el salto a las nuevas tecnologías impregnó, como la vida misma, la exposición conmemorativa del 75 Aniversario de Diario JAÉN.

Un estallido de sensaciones supone recordar el proyecto que lle- gó cumplida la mayoría de edad en mi recorrido particular por esta profesión. Gracias a todos cuantos hicieron posible realidad un sueño convertido más de una noche —por qué no decirlo— en pesadilla. Gracias a quienes estuvieron a mi lado en el montaje, en el desmontaje y hasta en el último pormenor. Gracias por aceptar encargos de hoy para mañana para llegar a tiempo. Gracias por esa espléndida inauguración aderezada con cerveza de la tierra. Gracias por una clausura de lujo al arjonillero más internacional, Alonso Díaz. Y mil gracias por el marrón. Hasta la próxima.