Carceleras, cartageneras y colombianas

03 jul 2016 / 11:35 H.

Apartir de la “Desamortización de Mendizábal” hubo grandes movimientos migratorios desde el campo hasta la ciudad. (Esta historia se repitió a mediados del siglo XX hacia Barcelona y el extranjero y se repite en nuestros días. ¿Estamos condenados a emigrar para vivir?)

Pues, como les decía. A las grandes ciudades, Sevilla o Córdoba se desplazó buen número de familias de campesinado, no ya humildes sino paupérrimas, en un intento de mejorar la vida de su familia.

¿Qué trabajos podían realizar estas personas, analfabetas, que solamente sabían realizar las tareas agrícolas? Algunos se reconvirtieron en vendedores ambulantes, otros, los menos, tenían conocimientos de herradores y, por tanto, pudieron ganarse la vida en unas fraguas, otros..., bueno, otros robaban para subsistir, era lo que se dio en llamar “ladrones de gallinas”.

Con esta no quiero defender una causa perdida de antemano, ya que algunos se dedicaron entonces a “la vida fácil”, cometiendo toda clase de fechorías. Las peleas eran frecuentes en las tabernas y las ventas, así que entre delitos menores, mayores y peleas, muchos terminaron en la “trena” y, claro, a pesar de estar detenidos, había momentos de alegría y muchos de tristeza y al compás de las seguiriyas expresaban sus cuitas cantado por “carceleras”:

“Cinco duros que juntó/ la pobre de nuestra mare,/ se los dio al carcelero/ que me quitaran prisión.// ¡Pícaro carcelerillo/ qué mal trato a mí me dio/me sacó de un calabozo/ y me metió en otro peor”.

Siempre que se puede, solemos crear grupos de cantes que comparte alguna característica entre ellos y así tenemos por ejemplo las “cantiñas”, las “tonás campesinas”, las “tonas ciudadanas” y no podía ser por menos los “cantes del Levante” que son un grupo que comparten, además de geografía, unas características bastante peculiares. Uno de estos cantes son las “cartageneras”. Hay autores que las incluyen dentro del grupo “cantes de las minas”, pero la verdad es que las cartageneras son cantes urbanos y, como su nombre indica, proceden del aflamencamiento de los fandangos de Cartagena.

Parece ser que su creación se debe a “Concha la de Peñaranda,” conocida también como “La Cartagenera” y según otros, este palo es una creación propia de “Rojo el Alpargatero” Lo que sí tenemos por cierto es que fue don Antonio Chacón quien la popularizó.

Son las “cartageneras” unos palos preciosistas, propios para ser cantados por artistas melódicos capaces de adornar las letras con gran floreo vocálico.

“Un lunes por la mañana/ los pícaros tartaneros/ les robaron las manzanas/ a los pobres arrieros/ que venían de Totana.”

Cuentan que cierto día un cantaor le preguntó a Pepe Marchena: “¿Por qué le dicen a usted eso de que es el “maestro de maestro”? A lo que Pepe, sin pizca de pudor respondió: “Eso es así porque todos los cantaores beben de mi saber y si ellos son tenidos por maestros, yo tendré que ser el “maestro de maestros,” ¿no te parece?”

Bueno, algo así ocurrió y con estas o similares palabras discurrió la conversación, y es verdad que Marchena fue un Maestro, con mayúsculas, no sólo en su estilo, sino que creó canciones que han pasado a la historia.

¿Si menciono las “colombianas” las incluiríamos en los llamados “Cantes de Ida y Vuelta? Yo creo que sí, dado que todo el mundo lo reconoce como perteneciente a ese grupo de cantes pues su musicalidad nos recuerda a Centro América, Cuba, el Caribe... Tienen las colombianas ese aire dulzón, ese soniquete que si cerramos los ojos mientras escuchamos una, creo que rápidamente imaginaremos el malecón, la Cuba antigua, los mulatos y sus bailes...

Pues bien, si queremos ser un tanto riguroso en esto del flamenco, tendremos que decir que, si musicalmente podría haber sido en “Cante de Ida y Vuelta,” las “colombianas” no lo son, pues para perteneces a este grupo “Ida y Vuelta” la canción ha tenido que hacer un recorrido de ida y otro de venida desde América hasta España.

El genial cantaor Pepe Marchena nunca llegó a cruzar “el charco”, así que no pudo traernos esos aires desde allende los mares. Fue durante la II República en nuestro país cuando Marchena realizó una amalgama entre un conocido “corrido mexicano” que decía: “Soy un pobre venadito” y de una canción popular vasca, concretamente del “Zortzico” ¿Cómo se le ocurrió fusionar un tema del folclore mexicano con otro del folclore vasco? Misterios de la vida, pues cuando le preguntaban a Marchena de dónde se había inspirado para esta creación, siempre se limitó a decir que su fuente de inspiración principal fue un “corrido mexicano” y “una coplilla vasca” que trataba de un pájaro leñador.

Las “Colombianas” se interpretan al compás de 4/4 con el patrón rítmico de las “habaneras,” o lo que es lo mismo decir, que su música se ajusta a los que llamamos “compás de tangos” y sus letras suelen ser estrofas de seis versos octosílabos y en su ejecución se suelen repetir los dos primeros tercios.

“Quisiera cariño mío/ que tú nunca me olvidaras,/ que tus labios con los míos/ en un beso se juntaran/ y que no hubiera en el mundo/ nadie que los separara.// Morena por tu cariño/ sabes lo que estoy sufriendo,/ en vez de quitarme penas/ de mi amor te vas riendo,/ nadie te querrá en el mundo/ como yo te estoy queriendo// Oye mi voz / Oye mi voz,/ Ay, colombiana”.