Cabales y campanilleros

Ya sabemos que eso de usar diferentes nombres para la misma cosa es bastante frecuente en este mundo del flamenco, así que no iba a ser una excepción el nombre de cabales. El caso es que con esto de ir pasito a pasito, letra a letra en este repaso de los nombres de los palos flamencos, nos topamos con un problema y es que cuando nos referíamos a las Cabales, en realidad estamos hablando de Seguiriyas, o Siguiriyas, como le gustaba decir a Federico García Lorca.
Las cabales y las seguiriyas comparten la misma estrofa en sus coplas y la misma temática y se diferencian únicamente en que la cabal hace las veces de “macho” después de una serie de letras de seguiriyas y se interpreta de forma más valiente.
Otra diferencia, mínima también, es que las cabales toman un aire de guajiras, así que como comprenderán hay que tener un oído bastante bueno para diferenciar estos palos.
Como es normal en esto del flamenco, las cabales reciben también el nombre de seguiritas del cambio por esto de que cambian la tonalidad en su interpretación Y como un poco de historia no nos viene mal, pues tendremos que recordar a la gran figura del flamenco Silverio Franconetti, que además de ser quien se preocupó de poner un cierto orden en esto del flamenco aclarando lo que “era flamenco” y los que “no era flamenco” se le considera el creador, al menos, de este estribillo tan popular:
“Moritos a caballo/ cristianitos a pie/ cómo ganaron la casita blanca/ de Jerusalén.”
Si la seguiriya de por sí es un palo bastante difícil de ejecutar, tendremos que decir que las cabales no les van a la zaga pues se interpretan con entonaciones muy agudas y suelen cerrar, como decimos, unas tandas de seguiriyas.
Una de las referencias literaria más antigua y explícita sobre una fiesta flamenca la encontramos en el libro titulado “Escenas Andaluzas” escrito por Serafín Estébanez Calderón que en el capítulo titulado “Un Baile en Triana” describe como se desarrolló una fiesta flamenca y en ella menciona a los míticos cantaores como son “El Planeta”, “El Fillo” o “Tobalo”.
Alguien puede que se pregunte: ¿y esto a que viene ahora? Pues bien, esto ha salido a relucir para certificar que este es un palo muy antiguo y que “El Planeta” está reconocido como el creador de “La Cabal” más antigua que se conoce.
Y cambiando de tercio. En épocas anteriores al siglo XVIII había unos grupos de hombres que en determinadas épocas salían al despuntar el alba cantando canciones religiosas e invitando a los feligreses a unirse a la procesión del “Rosario del Alba”. Juanito Valderrama, en una entrevista dijo lo siguiente sobre este palo: “Los campanilleros son un cante popular andaluz, que se cantaba por las Pascuas de la Navidad y en algunos pueblos, como en Mairena del Alcor, por la fiesta de los Difuntos, en los rezos por las ánimas del purgatorio. Se cantaba a coro, con las campanillas haciendo el compás. Los campanilleros estaban también unidos a la devoción del Rosario de la Aurora, que trajeron los dominicos, y en algunos sitios había campanilleros con colas, referentes a la Semana Santa, a la Pasión del Señor”. Hasta aquí nada extraño, como tampoco es extraño que alguien, (un artista flamenco) escuchara estas coplas de carácter religioso y las aflamencara.
Esto es lo que parece ser que ocurrió con Manuel Soto Loreto, (que nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) en el año 1878 y murió en Sevilla en 1933). Este era un hombre bastante alto y fuerte y de aquí ese sobrenombre de Torres, aunque también fue conocido como “El Niño de Jerez”.
En cualquier historia del Flamenco que consultemos, en todas aparece como creador de este palo flamenco el Nombre de Manuel Torres, así que nadie pone en duda esta autoría.
A la puerta de un rico avariento/ llegó Jesucristo y lismona pidió;/ anigual de darle la limosna lo perros que había se los achuchó;/ y Dios permitió/ que al momento los perros murieran/ y el rico avariento pobre se quedó./ Dos pastores corrían pa un árbol/ huían de una nube que se levantó;/ cayó un rayo, a nosotros nos libre,/ y a uno de ellos lo acarbonizó;/ pero al otro no, que llevaba la estampa y reliquia/ de la Virgen pura de la Concepción./ Si supieran la entrada que tuvo/ el rey de los cielos en Jerusalén;/ que no quiso coche ni calesa,/ sino un jumentito que alquilao fue;/ quiso demostrar,/ que tan sólo las puertas del cielo/ divinas las abre la santa humildad.
El aire flamenco que le imprimió Manuel Torres era solemne, difícil de que el gran público acogiera este palo con el cariño que se le profesa en nuestros días, pues no me irá usted a decir que nunca ha cantado esta letra que acaba de leer. No creo que exista una casa en toda Andalucía que en Navidad no se acuerde de este villancico...
El caso es que cierto día la cantaora Dolores Fernández Alcántara, popularmente conocida como “La Niña de la Puebla” cambió el estilo de interpretar “Los Campanilleros”, le dio una musicalidad muy popular al compás de 3/4, (conocido como compás de tangos) y consiguió el milagro de hacer que un palo flamenco no se quedara enclaustrado entre los conocedores de este arte, sino que se convirtiera en un palo tan popular que se ha hecho imprescindible en nuestros hogares en Navidad.