Bioconstrucción

Una vivienda puede ser progresiva y sostenible, esa es la filosfía de la bioconstrucción, que promueve la utilización de materiales locales. Y se pudo plasmar en un interesante proyecto en el Estado de Puebla, en México

31 ene 2016 / 10:25 H.

Mi relación con la bioconstrucción se remonta a mi experiencia personal de voluntariado internacional tras la realización del Curso Taller de Voluntariado con InteRed. Que yo acabara proyectando una vivienda progresiva y sostenible, pisando el barro y puliendo con obsidiana es poco más que una casualidad, pues InteRed es una ONG que promueve una educación inclusiva, gratuita y de calidad, como un derecho del que todas las personas deben disfrutar a lo largo de toda la vida, independientemente del lugar en el que hayan nacido y de sus capacidades innatas o adquiridas, y nada de esto tiene que ver... o sí, con la arquitectura. Desde el convencimiento de que sí, viajo al Municipio de Zautla, en el Estado de Puebla, México. En el Cesder, (Centro de Estudios para el Desarrollo Rural), una de las áreas está dedicada al fortalecimiento de sujetos sociales colectivos para que sean capaces de transformar su realidad con proyectos de vida, concretado en una licenciatura en planeamiento rural. Y ahí comienza el intercambio: mi aportación consistiría en el proyecto de una vivienda progresiva y sostenible para su comunidad que sirviera como piloto o medio al alumnado para ser posteriormente adaptada en las diferentes comunidades. Y así me sumerjo en sus procesos de enseñanza, en sus comunidades, aprendiendo con ellos y ellas a fabricar adobe, a utilizar aditivos para impermeabilizar las fábricas con plantas autóctonas, como la baba de nopal, a pulir con obsidiana, a tejer techumbres con palma, a practicar con el empleo de ecotecnias en la parcela: el calentamiento solar del agua para uso doméstico, el uso de letrina seca, la huerta en la que se reutilizan los residuos del consumo, etcétera.

La bioconstrucción nos invita a utilizar materiales locales, no solo por ser los más adecuados al clima sino porque con ello evitamos la contaminación derivada de los procesos de transformación y transporte. Concibe una manera de entender la naturaleza y la propia vida desde la conciencia de la propia responsabilidad ambiental. Porque lo vernáculo no es un escenario de volúmenes pintados de añil, de blanco, o de amarillo, sino un complejo sistema que va más allá de lo constructivo: es social y espacial. Apoyado en los temas convenidos de las Cartas Internacionales que amparan el patrimonio, reconocemos la preocupación por la arquitectura vernácula a partir de 1964 con la Carta de Venecia. Lo vernáculo trasciende de lo constructivo, va más allá de lo material pues nos habla del oficio, del saber, de un interés cultural, expresión de la identidad de una comunidad, y así es registrado por Icomos (International Council on Monuments and Sites) en el año 1999 a través de la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido.

Salir de tu zona de confort para conocer otras realidades hace que se difuminen las fronteras y epítetos como Norte, Primer, Tercer, Sur, queden relegados a un denominador común que no es otro que la Realidad. La tuya, la suya, la nuestra. Porque no debemos dejarnos embaucar por ese halo de progreso que impregna todo de productividad, de ritmos y plazos que no pueden suponer otra cosa que daño y herida, pues los precios de la acelerada transformación se pagan en términos de huella ecológica. Estos procesos frenéticos que acaban cambiando nuestras formas de habitar, y con ello nuestras relaciones, derivando en un uso poco racional de los recursos y en la falta de respeto de nuestras propias raíces y, por ende, de nosotras y nosotros mismos, están cambiando nuestras ciudades, que no siempre pueden soportar el acelerado ritmo del progreso.

Con Alejandro Aravena, el flamante premio Pritzker de Arquitectura, el jurado nos envía un mensaje muy distinto al enviado en otros tiempos: es más urgente aprender bien gramática que escribir la gran novela. Innovador e inspirador, nos muestra cómo la arquitectura en su mejor versión puede mejorar la vida de las personas. El arquitecto nos explica que su profesión, nuestra profesión, debe recuperar el peso social y alejarse de la irrelevancia, y nos habla del problema pendiente en Latinoamérica con la inequidad, y no sólo en el ámbito económico, sino en el racial y cultural.

Me pregunto qué tendríamos que decir los arquitectos y arquitectas al respecto. Sinceramente, pienso que bastante, porque el cambio no siempre ha de llegar de la mano de grandes y emblemáticas decisiones. Nuestro papel no debiera limitarse a acompañar sino a empoderar, a despertar, a contagiar... y a transformarnos para transformar.

Lo esencial convence.

Sencillamente. Como el agua, como los árboles, como la tierra. Tenemos todavía mucho que aprender de quienes generosamente nos enseñan.

Pablo González de Castilla. (Presentación del libro Oscar Hagerman. Biblioteca de Diseño Quorum. 2006) .