Trump arrastra al fango a Biden

El candidato demócrata llama “payaso” y “racista” a un Trump fiel a su estilo

01 oct 2020 / 08:48 H.
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El primer debate entre los dos principales candidatos a la Casa Blanca no pasará a la historia por su profundidad ni por los mensajes políticos que se plantearon en él, sino por la más que evidente pugna entre un presidente, Donald Trump, cómodo entre descalificaciones y medias verdades, y un aspirante, Joe Biden, esforzándose por aguantar los envites de un adversario al que llegó a llamar “payaso”. Biden llegaba al primer cara a cara televisado como el favorito en las encuestas, el último representante de una estirpe política que ya no es caballo ganador en la América de Trump. El presidente, por su parte, prometía seguir fiel a su estilo bronco, el mismo que hace cuatro años le dio contra pronóstico un Despacho Oval que ahora aspira a mantener. Frente a un moderador en ocasiones incapaz de contener la escalada dialéctica, Chris Wallace, los dos aspirantes protagonizaron hora y media de tensión e interrupciones. De poco sirvieron los esfuerzos de Wallace por reconducir el debate hacia temas de actualidad como la pandemia de coronavirus, la situación del sistema sanitario, la renovación del Tribunal Supremo o el cambio climático.

“Eres el peor presidente que Estados Unidos ha tenido nunca”, le espetó Biden a Trump en un momento del debate. Durante sus intervenciones, le acusó de ser una “mascota” al servicio del presidente ruso, Vladimir Putin, de “echar más leña al fuego” en cuestiones de índole racial o de hacer ingeniería fiscal para pagar menos impuestos. Trump, lejos de rehuir la confrontación, reconoció que “solo un estúpido” no intentaría pagar menos impuestos y se burló de Biden por presumir de llevar mascarilla para prevenir contagios de coronavirus. El mandatario también evitó condenar el supremacismo blanco: “Casi todo lo que veo viene de la gente de izquierdas, no de derechas”, justificó.

El actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, aprovechó la ocasión para volver a sembrar la duda sobre la transparencia de las inminentes elecciones presidenciales, esquivando de nuevo un compromiso explícito para aceptar los resultados de los comicios y agitando el fantasma del “fraude” por el voto por correo.

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