ZAKARIA CHEKROUNE “Marruecos crece mientras que España retrocede”

Mariam López Ruiz Zaka es un hombre emprendedor, polifacético, muy inteligente y, sobre todo, amigo de sus amigos y buena gente. Tiene esa risa sincera que te contagia y que te hace saber que puedes contar con él. Vino a estudiar, pero se quedó, encontró al amor de su vida y tuvo una niña preciosa. Es muy feliz aquí porque se siente arropado por su gente y sus amigos. Es tan grande Zaka que igual te pincha un disco, que te sirve una copa o que te prepara, si quieres, un cous-cous. Conoced a esta gran persona en la Cafetería Zurich de Jaén

    10 feb 2013 / 10:33 H.

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    —Háblenos de su llegada a España, y de su vida aquí.
    —Llevo en España ya 20 años, la mitad de mi vida. Nací en Tetuán (Marruecos). Vine a estudiar porque aquí, evidentemente, acceder a una carrera y a la clase de formación académica que se daba no era nada comparable con la de mi país. Mi intención era hacer Ingeniería Técnica en Electricidad, pero llegué tarde para matricularme en Granada. En Jaén también se había cumplido el cupo y terminé en Linares matriculándome en Ingeniería Técnica de Minas, Recursos Energéticos, Combustibles y Explosivos, que, por entonces, era una rama nueva y, supuestamente, con muchas salidas profesionales. En Linares, al principio, compaginaba estudios y trabajo. Trabajaba los fines de semana y, poco a poco, cuando te ves con dinero y con independencia económica, se van abandonando los estudios, así que no llegué a terminar mi carrera. Mi primer trabajo aquí fue pinchando música. En Marruecos había tenido una pequeña tienda de música y había trabajado antes en varias discotecas, como la conocida “Olivia Valere”. En Linares, empecé en la “Tortuga azul” y, después de pinchar música, le echaba una mano a los camareros. Como se me daba también bien, comencé a trabajar de camarero. En definitiva, te vas metiendo en este mundillo, ganas dinero —porque antes se ganaba bastante más que ahora, dado que también la gente antes gastaba más y los sueldos podían ser más altos— y, así, poco a poco, dejé los estudios.
    —¿Cómo se tomó su familia que de universitario pasara a camarero y abandonase los estudios?
    —Si de algo me alegro es de que mi familia siempre ha aceptado mis decisiones. Han venido a verme, han podido comprobar que estoy bien, que no me falta de nada, que vivo bien y, sobre todo, que soy feliz, y eso les hace también felices a ellos.
    —¿Por qué se instaló en Jaén?
    —En Linares viví durante diez años, pero llega un momento en que te ves saturado. Trabajé de gerente varios años en distintos pubs, puse mi propia tetería y, al final, te llega a cansar la misma gente, el mismo trabajo y la misma ciudad, que se me empezó a quedar chica. Mi hermano había venido a Jaén a hacer una carrera y me convenció para venirme a la capital porque había más expectativas de trabajo, era más grande, etcétera. Y, por cierto, él sí la terminó. Hizo Turismo y volvió a Tetuán porque ese sector ha crecido mucho en Marruecos. Al llegar a Jaén comencé a trabajar en el Hotel Triunfo. Estuve casi tres años, me hicieron fijo, pero, bueno, yo tenía unos dinerillos ahorrados y decidí intentarlo de nuevo por mi cuenta. Monté un pub en la zona de Renfe, que, por entonces, estaba de moda por el botellón y tal. Al prohibirse esta activad, no permitir fumar, etcétera, hicieron que no funcionase y cerré. Tuve que empezar de nuevo y entré de encargado y jefe de sala en el “Fogón de la Abuela”. Allí, la fortuna me hizo conocer a la que es mi mujer, que vivía en el edificio de arriba y venía de vez en cuando. Ya son más de dos años casados y con una niña preciosa de 18 meses. En la actualidad, y desde hace casi un año, estoy en el Zurich.
    —¿Se siente totalmente integrado en Jaén?
    —Por supuesto. Siempre digo que soy extranjero en todas partes, en mi casa, mi ciudad de origen, porque ya mis amigos allí han hecho su vida y yo llevo muchos años fuera. Aquí soy extranjero porque he nacido en otro país, aunque lleve 20 años. Dicen que ni al hablar se me nota el acento marroquí, pero también es cierto que, además de los muchos años aquí, en Tetuán hay muchísimos españoles. Tetuán es precioso y, si lo visitas una vez, te engancha. Volviendo al tema de la integración, soy otro andaluz más, porque Andalucía me acogió maravillosamente.
    — ¿Ha sentido alguna vez discriminación hacia usted por ser marroquí?
    —La verdad es que no, he tenido suerte en eso. También es verdad que yo llegué a España como estudiante. Entonces parece que, en cierta manera, eres distinto, aunque todos somos iguales. Nunca he sentido discriminación alguna por mi cultura o mi religión, si te refieres a eso.
    —¿Le costó adaptarse a las costumbres españolas al llegar?
    —Al principio sí. Simplemente porque es un modelo de vida distinto y te encuentras con cosas que no has visto. Te pongo un ejemplo: Los fines de semana la gente sale hasta el amanecer y eso en mi país no se ve. Como mucho, los jóvenes salen hasta las 2 de la mañana y las mujeres no salen, salvo las de la alta sociedad y en lugares exclusivos. Luego también está la comida, tan distinta a la nuestra. Al llegar solo comía espaguetis y macarrones, pero, finalmente, me adapté a sus comidas y costumbres.
    —¿Qué cambios ha visto en nuestra sociedad desde su llegada a nuestro país?
    —La verdad es que pienso que va a peor. Cuando llegué se vivía con otra alegría, los sueldos —como comenté anteriormente— eran más altos y la gente salía. Se echaban las cervezas del mediodía y, después, se animaban a comer fuera y a tomar sus copas. Eso ya no se ve. Hoy en día, la gente sale menos, apenas consume. Esto es porque no se puede y se nota un ambiente que no es el de la alegría que se vivía antes. Si hablamos de política, podemos decir que es un desorden. Entran unos y hacen una cosa, llegan los otros, y la dejan sin hacer. Al final, paga el pueblo, como siempre. Cuando yo llegué aquí había más estabilidad y, ahora, es una lucha de partidos contra partidos.
    —¿Qué diferencias siguen existiendo actualmente entre su cultura y la nuestra?
    —Pues, quizás, la libertad que tienen las mujeres en este país. En Marruecos se debe avanzar en eso. Llevar un pantalón vaquero, una falda corta, etcétera, aún no está bien visto. Pero yo pienso que es el sexo masculino el que debe cambiar de pensamiento y lo hace, pero muy despacio. Por otra parte, los valores familiares se respetan mucho más. Allí, los padres son intocables. Aquí ves a jóvenes que los insultan y allí eso es impensable.
    —¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha pasado desde que llegó?
    —Lo mejor de todo, mi mujer y mi hija y, detrás, que nunca me ha faltado el trabajo. Lo peor es estar separado de mi familia, a la que añoro cada día.
    —¿Volvería a su país?
    —No lo descarto. Siempre he dicho que nací junto a una playa y moriré al lado de mi playa. Marruecos, aunque te parezca extraño, está creciendo, mientras que España retrocede. Hay muchísimas empresas españolas, alemanas e inglesas que están invirtiendo allí y es un aliciente para volver.