ZAIDA GONZÁLEZ OCAÑA. "El baile es expresar a los demás lo que sientes"
ALBA VILLÉN
Aveces llega un punto en la vida en el que hay que tomar una decisión y Zaida González tuvo que elegir entre el flamenco o estudiar Derecho. Ahora, a expensas de aprobar una asignatura para ser licenciada, esta marteña no guarda los zapatos y el mantón y espera poder tener un hueco en su vida para dedicarlo al baile. Alegre y luchadora por naturaleza, siempre saca lo positivo de la vida, algo que le enseñó el baile, por el que siente especial pasión. Con 21 años sube a un tablao y expresa con el cuerpo los sentimientos que no se pueden decir con palabras. A punto de empezar una nueva etapa en su vida, esta bailaora se conforma con ser feliz, que en los tiempos que corren, ya es un gran objetivo.

Aveces llega un punto en la vida en el que hay que tomar una decisión y Zaida González tuvo que elegir entre el flamenco o estudiar Derecho. Ahora, a expensas de aprobar una asignatura para ser licenciada, esta marteña no guarda los zapatos y el mantón y espera poder tener un hueco en su vida para dedicarlo al baile. Alegre y luchadora por naturaleza, siempre saca lo positivo de la vida, algo que le enseñó el baile, por el que siente especial pasión. Con 21 años sube a un tablao y expresa con el cuerpo los sentimientos que no se pueden decir con palabras. A punto de empezar una nueva etapa en su vida, esta bailaora se conforma con ser feliz, que en los tiempos que corren, ya es un gran objetivo.
—¿Qué le movió para empezar a bailar?
—La verdad es que no recuerdo qué es lo que me movió a bailar flamenco, porque empecé con tan solo cinco años, pero sí que recuerdo cuando era pequeña y mi abuelo me cantaba en su casa y yo le bailaba. Mi familia siempre me animaba para que bailara, porque le gustaba como lo hacía y era muy graciosa. Siempre quise estudiar algo de baile, pero en el instituto me íba muy bien y era una pena desaprovechar la oportunidad de tener un futuro estudiando una carrera. Además, el baile es muy difícil, hay que ser muy bueno y tener mucha suerte. Mi futuro es el Derecho, es lo que estudio y me encanta. El flamenco es mi espina y lo tengo como una afición, porque no pude dedicarle el tiempo en su momento y ya no puede ser, necesita mucho entrenamiento, muchas horas y creo que eso ya se me ha pasado.
—¿Cómo nace una bailaora y qué es lo que le mueve día a día por el baile?
—Eso se tiene que sentir. Bailar es expresar sentimientos, es el cuerpo el que habla y manda. Los movimientos nunca mienten y al escuchar una música, sientes algo especial.
—¿Seguió los pasos de alguien?
—Siempre tuve de referencia a Sara Baras, porque me encanta, pero, sin duda alguna ,si de alguien seguí los pasos fue de una profesora que tuve. Ella se superaba día a día, pero tuvo problemas y dejó de bailar. Yo me apoyo en ella, porque su sueño se truncó y tuvo que dejar lo que más le gustaba. Aún bailo por ella, ya que me movió muchísimo a seguir hacia delante.
—¿Cómo se formó en esta disciplina?
—Empecé desde muy chica, en mi barrio, con clases de sevillanas durante los veranos. Desde pequeña aprendí muy rápido y me aburría por no poder avanzar más, de hecho, un día me escapé de clase porque yo decía que eso ya lo sabía hacer. Cuando aprendí, me apuntaba a concursos en las verbenas junto con un compañero, y ver cómo ganábamos y gustábamos a la gente me encantaba. Con ocho años busqué academias de baile con la que fue mi compañera de baile hasta hace poco tiempo, Lucía Yeguas. Aprendimos en la Academia de Mari Carmen Ráez en Jaén. Después pasé a una academia en Martos, con la bailaora Mari Carmen Laguna al mando, con la que estuve hasta que lo dejé al empezar la carrera universitaria, hace ya cuatro años. Además, hice cursos de verano en Granada con Juana Amaya en la academia de La Mariquilla. Por otro lado, también me atreví a enseñar lo que sé. Preparé a niñas pequeñas en clases de sevillanas, castañuelas y uso de mantón. Luego tuve a mujeres mayores, a quienes enseñé sevillanas y danza del vientre. Creo que lo importante es no dejar nunca de aprender, es algo que aprendí de mi profesora Mamen Laguna. Ella es una bailaora increíble y hasta el día de hoy sigue yendo a clases para aprender.
—Ha actuado al lado de artistas como Pastora Soler o Marta Quintero.
—Sí, yo pertenecía, además, a un coro rociero, Entre Olivares, y bailaba con ellos cuando cantaban sevillanas y rumbas. En una actuación de copla en la feria de San Bartolomé tuve la suerte de compartir camerino y escenario con artistas de la talla de Pastora Soler, Marta Quintero, Diego Benjumea y numerosas chirigotas del momento. Además, como le he comentado, conté con el privilegio de dar clases con la bailaora Juana Malla. Me queda pendiente dar algún curso con Eva “La Hierbabuena”.
—¿Una actuación especial?
—He tenido muchísimas. Cuando aún no sabía ni bailar flamenco, actué con el coro Entre Olivares y bailé toda la sevillana llorando, porque estaba muerta de miedo. Otra actuación que recuerdo y que fue muy especial fue una gala benéfica en el hospital de Jaén, en la que bailamos a niños enfermos. Además, hubo una vez que me lo pasé genial en La Bobadilla, con mi compañera Lucía Yeguas. Aparte de las academias, ambas preparábamos bailes, nos acompañaba su tío con la guitarra y el cajón y nos atrevimos a ir a distintas ferias actuando. En esta de La Bobadilla los asistentes se entregaron y acabamos bailando con la gente mientras el propio público cantaba. También hice un sueño realidad al bailar con caballos en la plaza de toros de Martos.
—Ensayos y constancia. ¿Cuánto tiempo hay que dedicar a este arte?
—Antes le dedicábamos tres y cuatro días a la semana, y porque no podíamos más. Aparte de las clases quedábamos por las tardes y nos íbamos a la cochera de Lucía, y con tablas y espejos que teníamos nos tirábamos tardes enteras bailando, porque era lo que nos gustaba. Ahora ya, con la carrera, nada. Cuando puedo y tengo tiempo libre lo primero que hago es coger los zapatos e irme a bailar. Ahora, en verano, aprovecho y busco cursos, pero no tengo tiempo para academias, porque tengo que estudiar.
—En muchas ocasiones ha querido unir el baile con la solidaridad.
—He estado muchas veces en galas benéficas y era lo que más reconfortaba. En las actuaciones en las que te contrataban no te hacía la misma ilusión que fuera tanta gente como cuando el fin era solidario, que siempre quería que los lugares se llenaran. Participé en una gala benéfica con el coro del que formaba parte, en beneficio del pueblo guineano. Cuando estuve en la academia de Jaén hacíamos muchas cosas con los niños del hospital, a quienes entreteníamos. Además, actué en galas benéficas de Cruz Roja, de la Asociación de Familiares y Enfermos de Alzhéimer de Martos y en el hogar de los jubilados, entre otros lugares.
—Derecho o flamenco. ¿Por dónde pasa su futuro ahora?
—Por el Derecho. Hay que tener las cosas muy claras, porque dedicarse al flamenco es para hacerlo exclusivamente a ello. Lo puedes tomar como una profesión o como una afición, y en mi caso tendí a mi carrera por circunstancias y decisiones que tomé hace ya tiempo. Aun así mi espinita es el flamenco, y eso no me lo quita nadie, por ello quiero dejar un hueco para el baile en mi vida y tener una pequeña academia para poder enseñar lo que sé. Ahora, justo al terminar la carrera, es complicado saber en qué voy a derivar, empiezan las dudas y no sabes dónde acabarás, pero me gustaría la Judicatura, aunque no descarto ejercer como abogada.