"Yo no he matado a nadie"
A Juan de Dios Espinosa González, un empleado de Correos de 52 años, lo mataron en su propio piso del barrio de Las Fuentezuelas en la noche del 30 de enero de 2013. Uno de sus hijos encontró el cadáver a la mañana siguiente en el dormitorio principal de la vivienda, cosido a puñaladas y en mitad de un gran charco de sangre. De hecho, los forenses contabilizaron más de 50 heridas en el cuerpo, producidas por un arma blanca que nunca se encontró. Apenas dos días después, la Policía detuvo a Luis Manuel C. R. como presunto autor material del conocido crimen de Las Fuentezuelas. Desde entonces, está en prisión preventiva.

¿Cómo llegaron los agentes hasta este vecino de la capital en tan poco tiempo? A raíz de su reciente separación, el fallecido había cambiado de amistades. En su nuevo círculo de amigos estaba el hombre que, presuntamente, le quitó la vida. Una persona conflictiva y agresiva, que había salido de prisión tras cumplir condena por varios robos con violencia. De hecho, estaba en libertad condicional cuando se produjeron los hechos. Las investigaciones se centraron desde el principio en Luis Manuel. Y es que una vecina del bloque los vio discutir acaloradamente un día antes del crimen. Después, la Policía Científica halló sus huellas dactilares en la vivienda del fallecido. Fue detenido. En sus primeras declaraciones, inculpó a otro amigo, José Luis A. O., que, además, tenía en su poder varios objetos personales de la víctima. Los familiares del fallecido lo acusan de encubrir los hechos y de receptación, es decir, adquirir objetos robados a sabiendas de su origen ilícito.
Ayer, casi tres años después, los dos hombres se sentaron en el banquillo de los acusados para responder de unos hechos que conmocionaron a los jiennenses por su brutalidad. Será un tribunal popular, formado por cinco mujeres y cuatro hombres y presidido por el magistrado Saturnino Regidor, el que deba emitir un veredicto.
El primero en testificar fue el considerado autor material del crimen. Su defensa lo presentó como una persona con un coeficiente intelectual muy limitado, analfabeta y que ni tan siquiera sabe en qué día de la semana vive. “No he matado a nadie. Juande era mi amigo de verdad”, aseguró Luis Manuel C. R.. Dos frases que pronunció en varias ocasiones a lo largo del interrogatorio. Fue lo único que se “salvó” de una declaración que apenas tuvo coherencia. Con un hilo de voz, impropio de un hombretón de más de un metro ochenta de estatura y casi cien kilos de peso, el acusado trató de explicar por qué a lo largo del procedimiento ha llegado a dar hasta siete versiones diferentes de lo que ocurrió aquella noche. Ayer, ofreció la última y, según él mismo, la verdadera. A su lado, el otro acusado, lo miraba con una media sonrisa, a mitad de camino entre la incredulidad y el nerviosismo. Luis Manuel C. R. reconoció que el día 29 —un día antes de los hechos— estuvo en casa de Juande y que, incluso, tuvo con él “una refriega”.
De esta manera, trató de justificar que sus huellas dactilares estuvieran en el piso. Sobre lo que ocurrió el día 30, sus respuestas siempre fueron evasivas, del tipo “yo no he matado a nadie” o “no estaba allí”. Sin embargo, lo más sorprendente fue que Luis Manuel alegó tener coartada para la noche en la que se produjo el crimen. Aseguró que a la hora en la que los forenses sitúan la muerte de Juan de Dios, él estaba en un bar del polígono de Los Olivares, viendo un partido de fútbol. Es más. Añadió que hay dos testigos que están dispuestos a corroborar esta versión. Se trata de una versión totalmente novedosa en todo el procedimiento y a la que el acusado nunca había hecho referencia con anterioridad. De hecho, su propia abogada reconoció que se enteró de esta versión el pasado viernes, cuando fue a visitarlo a prisión para preparar el juicio. De hecho, pidió al presidente del tribunal que se llamara a declarar a esos dos testigos. La respuesta fue que se les escuchará si la defensa los presenta en la sala. Cuando las acusaciones le preguntaron a Luis Manuel por qué no había contado antes la historia del partido de fútbol en el bar, el acusado, simplemente, se encogió de hombros y dijo que no lo hizo porque el otro acusado, lo tenía amenazado. El compañero de banquillo seguía negando con la cabeza lo que estaba escuchando en la sala.
Cuando llegó su turno, José Luis A. O. trató de aclarar por qué los objetos del fallecido estaban en su poder. Esa es, sin duda, el principal indicio que tiene en su contra: “Me los dio Luis Manuel para pagarme una deuda”, contó. En concreto, explicó que le había dado cien euros a cambio de un calentador y que, unas semanas después, no tenía “ni dinero ni aparato”. “Después de mucho insistir, me dio un televisor pequeño y un equipo de música. Me quedé con ellos por pillar algo. Yo no sabía que eran de Juande”, agregó. Al día siguiente, entregó la tele a un compañero de trabajo, algo que las acusaciones particulares interpretan como un gesto para deshacerse de los objetos que pudieran incriminarle en los hechos. “Le hacía falta y, por eso, se la di”, explicó. Y con respecto a la llamada que intercambió con Luis Manuel la misma noche del crimen, José Luis A. O. dijo que fue para reclamarle el dinero que me debía: “Quedamos en vernos y me dijo que me iba a pagar a la mañana siguiente, que fue cuando me dio los objetos”. El fiscal no ha presentado cargos contra él.