Voluntarios, vocación y altruismo
Mi mobiliario y paisaje están llenos de barrotes, de acero y de hormigón: La cárcel. ¿Desagradable? Pues depende de cómo te lo tomes. Hace tan sólo tres meses, un día en concreto, mi paladar saboreaba el cañón de una escopeta que yo mismo me había metido en la boca.
Me habían traicionado. Además, me habían roto el corazón. Mientras saboreaba el metal, sentí que mi fe en el amor y en el ser humano se esfumaban poco a poco. Tras largos minutos, quité el dedo del gatillo y decidí darme, así, una última oportunidad. Y, hasta ahora, ha merecido la pena, porque he conocido a infinidad de personas con las que me identifico y a las que estoy infinitamente agradecido. Ana, Lucía, Marta, Alegría, Eustaquio, etcétera. Personas, seres humanos que, trabajen aquí o no, dan lo mejor de sí mismas (y, por lo menos, lo intentan). Y tú, lector, ¿de qué eres capaz? “Haced las cosas por las cosas, sin esperar la recompensa. Que las rosas no reclaman su fragancia. Porque la vida, solamente, la viven aquellos que la donan”. Muchas gracias y seguid así.
José María Ramírez Rodríguez / Jaén