30 sep 2014 / 10:29 H.
Quizá porque las cosas buenas nunca se comentan lo suficiente. O quizá porque, últimamente, he quedado impactada, por la genial idea y el buen hacer de la almazara San Francisco, de Begíjar. Lo cierto es que me resultaba muy difícil abstenerme de elogiar la actuación llevada a cabo por esta oleícola turística, la primera de Jaén, inscrita en el registro de la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía. Resulta ser el fruto de un enorme esfuerzo, una gran ilusión y una intensa formación de la familia que ha conseguido que este proyecto se convierta en una realidad. Sorprende comprobar las numerosas visitas guiadas, ya reservadas. Este año prevén el doble de las alcanzadas el pasado año. La activa participación que le dan al turista, ya que ofrecen la posibilidad de que, personas que nunca han pisado un olivar, se conviertan en aceituneros por un día. En definitiva, se trata de poner la cultura del aceite, con todo lo que conlleva su proceso de fabricación, al alcance de cualquiera que esté interesado. Desde la recolección de la aceituna cuando aún está en el olivo, pasando por su molturación en la almazara, apreciando el intenso olor del fruto, hasta llegar al plato de la cata, donde se tiene la satisfacción de degustar el resultado del trabajo anteriormente hecho. La visita, intuyo, que debe de resultar atractiva, no solo para quienes pertenecemos a este rincón del mundo tan aceitero, sino también para turistas de procedencia extranjera como es el caso de estadounidenses, franceses y especialmente asiáticos, que son los que más frecuentan sus instalaciones, y que llegan a través de paquetes comercializados con touroperadores. Claro ejemplo de que nuestro aceite es un universo prácticamente todavía sin explotar. Un nicho de abundantes oportunidades aún por descubrir, que parece estar esperando el despertar de la generación que sea capaz de explorar sus alternativas y aprovechar sus oportunidades, como realmente se merece nuestro más preciado tesoro.