Villargordo y la Fiesta de las Flores

Tomás Lendínez (cronista oficial)/Desde Villargordo. Fiesta de las Flores, así se llama a esta festividad que en este mes de mayo se celebra en Villargordo, festividad que su origen se pierde en la nebulosa de los años, festividad de gran arraigo y tradición ya que es en ella cuando los niños hacen su primera comunión, celebración que reúne a familiares y amigos que el acto lo festejan con sana alegría y gran satisfacción.

    01 jun 2012 / 11:21 H.

    Al igual que otras fiestas y romerías que por estas fechas se celebran por toda España, sin lugar a dudas todas están enraizadas en antiguos ritos precristianos, dedicados a la Diosa Madre Tierra, que los pueblos invasores en especial Íberos y Romanos le ofrecían, fecha en que la naturaleza pletórica y exuberante renace tras los rigores invernales.Desde hace años, las hijas de un médico e hijo del pueblo, impulsan y respaldan la devoción a la Virgen María, delegando más tarde en una conocida y piadosa familia que año tras año, continúa con la antigua tradición de organizar y financiar la fiesta. Entre los eventos y atracciones que en esta festividad se han de celebrar, cabe destacar el jueves día 31 de mayo a las once horas la “Presentación Oficial del Campeonato de Andalucía de Ciclismo 2012”, que tendrá lugar en las instalaciones del Campo Municipal de Fútbol. Para este acontecimiento el Ayuntamiento habilitará un aparcamiento vigilado para aquellos vecinos que así lo soliciten, con el fin de dejar despejado el recorrido, advirtiendo que también habrá una grúa para retirar aquellos vehículos que dificulten el recorrido.
    Rogando a aquellos vecinos que tengan “mascotas”, es decir perros, que hagan el favor de procurar controlarlos dichos días por seguridad de los ciclistas. Por estas fechas, antaño, ya comenzaban a llegar al pueblo los segadores, por lo general procedentes de los pueblos alpujarreños, por lo que se les decía de los montes, y también los murcianos, a los que se les llamaba tarantos, algunos llegaban en cuadrilla y otros la iban formando en su errante caminar por los polvorientos caminos, todos en busca del pan bíblico de cada día. A la espalda llevaban cargado su humilde y pobre hato: una muda de ropa, una saltér y una manta, que le servía de mantel y cama, ya que muchas veces en el mismo tajo tenían que hacerse la comida y también dormir. La siega, un trabajo duro y agotador bajo la hostia de fuego que parecía no moverse en el azul chirriante del cielo, a veces en el silencio del campo, se escuchaba el melancólico y triste canto de una taranta de algún segador, para así, intentar animar a su agobiante y pesado trabajo. El jornal solía cifrarse en setenta y cinco céntimos, tasándose la cuerda a destajo entre doce y trece pesetas, cuando el trabajo se hacía próximo al cortijo, entonces se les permitía dormir por cuadras y pajares, compartiendo la estancia con los animales. Vivencia y recuerdos de los mayores, que se les escucha comentar mientras juegan a la petanca.