Vidas itinerantes, y muy felices, sobre la pista

Damas y caballeros, niñas y niños, bienvenidos al mágico mundo del circo. Un universo en el que se mezclan la pasión que ponen sus artistas en la pista, con la ilusión de los niños en el público y, también, el trabajo que tiene detrás ofrecer un espectáculo de dos horas. Pasen y vean. 

    10 oct 2010 / 10:57 H.

    La Vestida acoge, estos días, la visita del Circo Roma Dola, con motivo de la Feria de San Lucas. Todo un clásico ya en la capital. Sesenta personas forman el equipo que trabaja tanto en la pista como detrás de los focos para no decepcionar a las más de mil personas que entran en su carpa.
    el circo de la feria.  “Jaén es tan importante para el Circo Roma que nos anunciamos como el circo de la feria”, afirma Dola, el propietario y alma de este circo que nació en 1989. Y es que, en la capital, cuando llegan los primeros días de octubre, San Lucas se ve a la vuelta de la esquina. Eso sí, si hay alguna señal visible en las calles de ello son los centenares de carteles del Circo Roma Dola que sujetan todas las farolas de la ciudad.  Hace dos años, estrenaron su nueva carpa, que tiene una capacidad para 1.200 personas, precisamente, en La Vestida“. Llevamos muchos años viajando hasta Jaén para la feria y son muchos los amigos que tenemos en esta tierra”, añade. “Es más, este mismo año, nos hemos venido directamente desde Galicia. Son muchos kilómetros sin hacer escala en ninguna ciudad —algo poco frecuente— por llegar a tiempo”, destaca. Pero como el circo, al igual que el espectáculo, debe continuar (“Show must go on” que cantaba Queen), apenas termine el último pase del día 18,  la carpa blanca, roja y azul se plegará para llegar hasta Córdoba, donde la familia del circo Roma estará unas tres semanas, tal y como calcula Dola. Después, camino de Valencia, donde planean pasar Navidad, harán escala en Linares.
    La vida del circo es así. No para. Es normal que Iván, a sus 13 años, pregunte con gesto de incredulidad  e inocencia: “¿ Tú vives siempre en Jaén?”. Es una vida itinerante. Con sus pros y sus contras. El circo es un estilo de vida que los que lo viven desde la cuna suelen amar. “Son muy pocos los que deciden dejarlo al hacerse mayores”, cuenta Dalton. “Si se vive desde pequeño, se ama, es la forma de vida que se quiere”, añade. Quizá sea por esto por lo que la tradición familiar está tan arraigada. Los Dola van ya por su cuarta generación De hecho, el Circo Roma ya ha cumplido treinta años y, por el momento, tiene el futuro asegurado por las ganas de continuar de los miembros más jóvenes. “Están deseando jubilarme”, bromea Dola.
    Hay momentos duros, tanto en su día a día, como sobre la pista. “En invierno, se hace más cuesta arriba. Sobre todo, si viajas por países europeos más fríos. Recuerdo un año en Irlanda que había barro por todas partes y era muy incómodo. Pero, bueno, eso es lo de menos. Después, en la pista, lo más duro es que el público no se implique, no se emocione, no reaccione al número”, cuenta. No vivir en una casa con muros de ladrillo, aunque se pueda pensar lo contrario, tampoco es un inconveniente. Hoy en día, al igual que los feriantes, viven en caravanas a las que no le faltan comodidades. Son apartamentos sobre ruedas con todo lujo de detalles. “A veces, las horas de ensayo y las funciones nos pasan factura y empiezan los dolores. A mí, por ejemplo, me suelen doler los pies.  Pero, cuando está en el trapecio, la música te envuelve e intentas disfrutar para llegar al público. Si lo consigues, te olvidas del dolor”, relata. Esta es, a su vez, la mejor parte de ser un artista de circo. “Es por esto por lo que le digo a mis hijos que sientan lo que hacen, que disfruten para meter al público en la pista”, reconoce. Y es que, como tradición familiar, sus tres hijos ya están haciendo sus pinitos sobre la pista. Melania hace acrobacias con los pañuelos y, todos juntos, un espectáculo de patines. Aseguran, y se les ve en las caras, que lo que hacen, los hace muy felices.
    Conocer mundo es, para los cirqueros, una de las caras más bonitas de este estilo de vida. “Cuando tenía 17 años, viajé a Israel, Alemania y Grecia. Me encantó conocer estos países. Después, he estado por muchos países más de Europa como Bélgica, Italia y Francia”, cuenta Thom. “Como estamos tan acostumbrados a ver nuevas ciudades, algunas veces incluso no lo apreciamos tanto”, dice muy crítico. Los niños del circo ya han visto ciudades de las que otros de su edad ni siquiera han escuchado hablar. También, al mismo tiempo, aprenden a desenvolverse en varios idiomas a la vez. En su día a día, conviven con compañeros de hasta seis nacionalidades distintas. En el Circo Roma hay italianos —la familia Dola—, portugueses, rumanos, rusos, marroquíes y españoles. Es convivencia que enriquece a todos sus componentes culturalmente.
    Después, la otra mejor cara de formar parte y vivir en un circo es la “libertad” de poder trabajar en lo que más gusta. Además, cuando el espectáculo que se ofrece es bueno, no falta el trabajo. Siempre habrá un circo con las puertas abiertas. Pero, sin duda, lo mejor es la recompensa que supone hacer felices, al menos durante unos minutos, a niños y mayores.
    la magia del circo en dos horas. El número de los leones y los tigres, con su domador dirigiéndolos, abre el que se ha llamado el “mayor espectáculo del mundo”. Después, acróbatas aéreos, contorsionistas, payasos, trapecistas y patinadores, entre otras muchas sorpresas y siempre acompañados por la música y las luces, llenan dos horas en las que la ilusión y la magia se adueñan la carpa. Hasta el próximo día 18, San Lucas, los jiennenses tendrán la oportunidad de acercarse a La Vestida para disfrutarlo.
    El circo como la vida invita a jugar, a meterse en un mundo de música, de colores y magia. El circo reúne las más variadas expresiones artísticas e invita a entrar para ver, para reírse, para ilusionarse, para creer las historias que cuentan, para soñar y disfrutar de un ensueño que  haga olvidar la vorágine de todos los días. fotografías josé poyatos                                   
    texto pepi galera