Vertedero central
Manuel A. Poisón Almagro, desde Jaén.- ¡Qué bonita es mi ciudad, tralarí, tralará! Yo sin parar de cantar esta canción y cada vez que miro la veo peor. Digo esto porque la última vez que pude pasear por sus calles —me refiero a mi entrañable Jaén, y teniendo en cuenta que sigo estando preso— me quedé atónito a la altura de Simago.
¿Dónde se lo han llevado? —me pregunté— y en seguida me dí cuenta de que solo podía tratarse de una cosa: “eso es que ha pasado por aquí el David Copperfielfd ese y debe haberlo hecho desaparecer mediante uno de sus trucos.” Pero entonces vi varias ratas correteando a sus anchas entre bolsas de basura que había en el solar. Luego tuve que enfrentarme a la cruda realidad, el edificio emblema de la modernidad en la provincia había sido demolido para que los vecinos gozaran de un vertedero oficial en pleno centro de la ciudad que pretende ser patrimonio de la humanidad. Lejos quedan ya los tiempos en los cuales bajar y subir por unas escaleras mecánicas era síntoma de avance. Hoy, en su lugar, han dejado una escombrera multifuncional que puede servir, tanto de vertedero, como de alojamiento a los sin techo en acampada libre, o de refugio fugaz para narcoadictos. Solo una larga lona verde pretende tapar la vergüenza del despropósito. Entre la mítica calle San Clemente y esta zona desurbanizada, una tela color verde, supongo para que el transeúnte asocie el color con lo vegetal, que ya es cosa considerable, pensarán nuestros políticos de pro. Desconozco al propietario del terreno, y aunque lo conociera no podría arremeter contra él porque está en el derecho de dejarlo abandonado, como se abandonan los zapatos viejos. Pero sí que puedo lamentar el poco poder decisorio de nuestros sucesivos alcaldes al respecto. No sé si por dejadez, desidia o simplemente por compromiso para con su dueño, ningún regidor — y los hemos tenido de todos los colores— ha sido capaz de dar una solución para esta barbaridad que ofende a la vista de todo el que pasa. Sepan los señores de la gobernanza de sillón que existe una cosa que es del todo ilícita en este tipo de casos. Se llama expropiación y básicamente consiste en cambiar la titularidad del bien expropiado con el fin de servir al bien común. Eso sí, para ello habrá de indemnizarse al auténtico propietario con un precio justo. Pero conociendo a mi ciudad como la conozco, y de los tejemanejes y compadreos que existen dentro de muchos despachos como forma de continuidad en un modo de actuar del todo chafardeo, me inclino a pensar que esto del vertedero central no es más que otra de esas cosas inexplicables fuera del ámbito especulativo, que requiere de intereses muy, pero que muy particulares.