Verlas venir
Desde Baeza.Miguel Ángel López Hernández
Me muestro profundamente preocupado por el futuro de nuestros jóvenes. Si bien es verdad que a lo largo de estas líneas y con la deferencia, afecto y generosidad que me presta este periódico, puedo poner de manifiesto una de mis tantas inquietudes sobre tan subrayado y vigente tema; no obstante por la economía del texto, haré todo un esfuerzo con mis torpezas y mi desaliñada capacidad de síntesis. Vaya pues, por delante mi cariño y comprensión a todas estas personas que sufren el zarpazo del paro. Me atormento y tengo un gran resquemor mental ante la falta de trabajo en este arco de la pirámide de población que representa a nuestra entusiasta juventud sin apenas aliento de esperanza.
Me muestro profundamente preocupado por el futuro de nuestros jóvenes. Si bien es verdad que a lo largo de estas líneas y con la deferencia, afecto y generosidad que me presta este periódico, puedo poner de manifiesto una de mis tantas inquietudes sobre tan subrayado y vigente tema; no obstante por la economía del texto, haré todo un esfuerzo con mis torpezas y mi desaliñada capacidad de síntesis. Vaya pues, por delante mi cariño y comprensión a todas estas personas que sufren el zarpazo del paro. Me atormento y tengo un gran resquemor mental ante la falta de trabajo en este arco de la pirámide de población que representa a nuestra entusiasta juventud sin apenas aliento de esperanza.
En el mejor de los casos, y a mi juicio, se da una precariedad consentida e incluso alentada, alegando una experiencia que casi nunca se les da la oportunidad de ostentar. Sin duda es la mejor generación preparada de nuestra Historia, a pesar de las correspondientes matizaciones, pero haciendo una reflexión en voz alta, me pregunto: ¿Qué será de estas personas con un sistema de pensiones, bases de cotización, e insuficiencia de años por cotizar, con unos contratos basura y temporales en el mejor de los casos que desgarran la ilusión y los anhelos en estas edades? Sí, efectivamente, los están condenando a que padezcan una pobreza arrojándolos por ende, a las manos de una especie de caridad asistencial que acanallará a la postre su dignidad. ¿Volverán los hospicios, por qué no actuar ya, antes que lamentar? Que cada cual se haga esta pregunta con la seriedad y serenidad ante la importancia de este tema que aquí y ahora nos ocupa y preocupa, amigos lectores. Para unos, se está perdiendo derechos, para otros, con una cortedad de miras alegan, con egoísmo acomodaticio y aclimatado se menguan los privilegios. Para mí, somos rehenes de una economía que está sacrificando una serie de valores irrenunciables en aras de un sistema que está forjando una jaula de barrotes invisibles, aunque palpables. Ganar menos no es perder, el enriquecimiento exponencial es el empobrecimiento generalizado. “Lo que nos quedará por ver”. Me dijo hace poco un abuelo. He aquí pues, una nueva vuelta de tuerca para la mermada y mancillada calidad de vida de las gentes sencillas, que tienen el sustento a cambio de la fuerza de su trabajo. El día a día es sinónimo de encarecimiento. Mostramos conformidad, favorecemos a la banca y al capital y permanecemos impasibles con indefensión y mansedumbre. La juventud es el futuro, es la levadura, es la palanca de Arquímedes, que ha de mover todos estos engranajes oxidados de injusticias. Queridos lectores. Reaccionemos ya.