Vendedores de seguros
Si algunos pensaban que tras el alto al fuego definitivo de ETA se les iba a acabar el chollo a los políticos, se equivocaban. No bajar la guardia significa que el peligro sigue ahí. ¿Cómo iban a desechar el argumentos más recurrente por efectivo para mantener a raya a una ciudadanía educada en la adicción al miedo y la esperanza, tan indisolublemente asociados a la consolidación del estado social que tan gratamente padecemos?
Durante bastantes años, las encuestas señalaron el terrorismo como una de las principales preocupaciones de los españoles, lo que era lógico teniendo en cuenta el bombardeo televisivo del que éramos víctimas. Incluso pedíamos paz en tiempos de paz. No es una comparación, naturalmente, pero jamás el estado de las carreteras secundarias ha estado entre las diez primeras preocupaciones de los españoles, cuando, durante el año 2010, murieron en ellas 1.514 personas, que tenían hermanos, padres, hijos, nietos, amigos íntimos. Sé que no es lo mismo ser asesinado que morir por un accidente donde intervienen agravantes personales como la imprudencia, y aspectos irrelevantes como curvas sin peraltar, guillonitina-quitamiedos, escalones laterales, sin arcenes, cambios de rasante innecesarios sin señalizar y firmes cuyos baches son auténticas fosas. Cuando algunos creían haber salido de la resaca, asisten a una borrachera de lenguaje clonado cuyo eco rebota desde los discursos de los estadistas hasta la boca de los ciudadanos encuestados por la calle. El factor “riesgo” es el elemento nutricional del sistema, y si no, recuerden el tiempo dedicado a: guerra fría, SIDA, vacas locas, gripe A, tsunamis, colesterol, terremotos, erupciones, hambrunas, cáncer de piel, terrorismo, terrorismo islámico (11-S, 11-M, Irak, Afganistán, Alqaeda), armamento nuclear, centrales nucleares, cambio climático, ¡cuánto más al cabo del día en telediarios, documentales, informes especiales, películas, anuncios! ¿han visto el del vendedor de seguros? En los peores momentos de la crisis entra en nuestra casa y nos dice con toda la tranquilidad del mundo: “Esta es la casa de los López. Cuando no estaban en casa les robaron todo. Esta es la casa de los García, ellos no tuvieron tanta suerte.” Esto se llama terrorismo a domicilio. Es difícil defenderse de la paradoja sobre la que se asienta el sistema: la creación de un peligro que nos acecha permanentemente, cuyo objetivo no es otro que la entrega incondicional de nuestra vida a la seguridad que el sistema nos vende, y donde los políticos representan el papel del vendedor de seguros. Ante este chantaje de riesgo interminable sí es verdad que no debemos bajar la guardia.
Guillermo Fernández Rojano es escritor