Vamos a contar mentiras

La primera mentira no tiene nombre agraviante, ni peso específico, está incrustada en nuestra esencia, nos es consustancial, es tan nuestra como los días que vamos gastando, no nos procura gloria o infierno, está libre de la pena o la culpa que nos pueda imputar algún código o religión, es aquella mentira tan íntima que permite engañarnos a nosotros mismos, está asumida y disculpada, porque sino estaríamos demasiado cansados, muy expuestos como nuestra historia de personajes medianamente presentables.

    22 may 2012 / 10:52 H.

    En definitiva, parece que somos Pinochos encantadores. Aquí empieza la primera mentira y aquí se acaba. No pasa nada mientras no la usemos, es nuestra mentira única e intransferible. Otras mentiras son las que les achacamos a los otros, a la gente, a la sociedad, al mundo en definitiva. Estas son menos reconocidas por el superyó, más lacerantes para todos, son: el engaño, la simulación, la estafa, el fraude, el timo, la trampa, etcétera. Hay casi tantas clases y variedad de mentiras como persona vivientes. Están en casi todas partes, en todos los estamentos, en todas las naciones, impregnando con su tóxico ideales y utopías, matando amistades, por supuesto palpitando en las bolsas de valores, en los consejos de administración, estructurando religiones, enturbiando los medios de comunicación, ocultas en los laberintos del amor, desnudas en la voz del mercader de maldades, amparando a necios y usureros, y resucitando sin pausa a demonios aviesos y ángeles tristes. Alguien dijo que muchas mentiras compartidas pueden llegar a convertirse en alguna verdad sólida, inapelable. De algún modo es acertada la moraleja, no hay más que pensar en todas las guerras de la Humanidad, que sin ninguna clase de justificación nacen y siguen naciendo de algún tipo de mentira para convertirse en una cruenta evidencia, una vergonzosa verdad. Con el debido respeto, voy a evocar algunos versos del último libro de nuestro poeta de Jaén, Manuel Lombardo Duro, versos descarnados que nos dicen: “mentira por mentira,/ falsedad por lo falso,/he aquí la edad/ de la canalla y la pantalla,/la mecánica imbécil,/la necedad acelerada.” Y en otro poema nos informa: engaña sin cesar a los imbéciles/y alcanzarás los grandes números,/conocerás la geometría del poder/y la fórmula exacta de la muerte”. No deberíamos, aunque resulte difícil, dejarnos vencer por la fortaleza de la mentira, pero aunque así fuera y sigamos mintiéndonos los unos a los otros como siempre nos mintieron, mintamos con algo de vergüenza, con cierta amabilidad.
    Juan del Carmen Expósito Moreno es funcionario