Unos triunfos con pocos olés
Q ué bonitos son los olés en Villanueva del Arzobispo! Cuando suenan, retumban en su preciosa plaza y se convierten en un eco de emoción melódica que “peina” su trocito de “mar de olivos”. Los olés son la respuesta de sus hombres y de sus mujeres a los pellizquitos de arte que llegan a los tendidos cuando un torero mueve un capote o una muleta y produce placer estético.

Los olés de Villanueva son sinceros, puros y salen del alma. Sin embargo, ayer hubo muchas orejas y hasta un rabo, pero poquitos olés. El rejoneador y los dos toreros salieron a hombros, pero faltó esa sensación de tocar el cielo con los dedos que producen los toreros cuando mueven la muleta con la ayuda de las musas. Porque torear no es enseñarle a un toro un engaño y hacer que lo persiga. El toreo se vuelve esencia cuando el diestro es capaz de cambiar la trayectoria y hasta la velocidad de un animal de seiscientos kilos con el movimiento de una tela. Y esto casi no se vio en Villanueva del Arzobispo. Por eso, hubo más orejas en las manos que olés en los oídos.
Manuel Manzanares no estuvo bien en su primero. Esturreó las banderillas por el lomo del animal y tuvo que corregir demasiado los embroques. En algunos llegaba a pasar en falso. Es verdad que el astado le ayudó poco. Era noble, pero no se le arrancaba de largo. Había que esperarlo y meterse en su terreno para provocarle la embestida, pero está claro que el buen toro, a veces, no sale del chiquero. El rejoneador tampoco estuvo variado y acabó de empeorarlo todo con el rejón de muerte. El cuarto no fue sencillo, pero Manuel Manzanares anduvo algo mejor. Le colocó dos rejones de castigo antes de iniciar un tercio de banderillas poco variado, pero sí más reunido. Cogió al animal más en corto, lo que hizo que se le dieran mejor los embroques. Y como el astado transmitía poco, se encargó de animar a los tendidos, que estaban ansiosos de pasarlo bien. Logró dos trofeos que le abrieron la puerta grande. Daniel Luque se llevó el peor lote. Recibió a su primero —muy abierto de pitones— muy templado a la verónica. Dejó un remate de categoría. Tuvo gusto en el quite por chicuelinas por los medios antes de iniciar la faena de muleta. Pero, con la franela, el de La Palmosilla se puso muy complicado. A otro torero le hubiera hecho pasar un rato malo de verdad. Sin fijeza, bruto, cabeceando y sacando la cabeza del engaño en cada muletazo, se le presentó una faena difícil. Era más de poderle que de torear despacio, pese a que dio una interesante serie de derechazos y otra de naturales. El toro se movía, pero sin clase. Pinchó y dejó una estocada, que le hizo saludar desde el tercio.
El quinto fue la antítesis. Era un animal que acababa de “soplar las velas” que lo convertían en un toro y se le notaba que le faltaba cuaje. Daniel Luque lo recibió a la verónica flexionando las rodillas. Sin embargo, con la muleta, estuvo más de “enfermero” que de torero poderoso. Siempre a media altura para que no se cayera en una faena en la que tuvo que pulsearlo, mover el engaño con suavidad para afianzar al animal y componer series muy cortas. La única opción que tenía era darle muletazos muy buenos en las pocas embestidas que regalaba. Y Daniel Luque lo consiguió en algunos pasajes, lo que le dio los dos trofeos y el pasaporte hacia la gloria que da cruzar en hombros la puerta grande. Para muchos, Alberto López Simón era el gran desconocido de la tarde. Sin embargo, se presentó logrando las dos orejas de su primero. El animal no iba metido del todo en la muleta y tampoco tenía transmisión. Además, embestía con dos velocidades. A veces, pasaba deprisa por los muslos. Otras, despacio. López Simón tuvo el mérito de aguantarlo en las dos arrancadas, algo que no es fácil, ya que si, en un muletazo el toro va rápido, si en el siguiente cambia el ritmo a despacio se suele pensar que no trae buenas intenciones o que se interesa por algo más que la muleta. López Simón apostó, se quedó en el sitio y confió en su muleta y en su capacidad para pulsearla o, lo que es lo mismo, en moverla en el momento apropiado durante el mismo muletazo para “convencer” al toro para que la siga. Al principio, intentó torear con series macizas de derechazos. Luego, acortó las distancias para tirar de circulares. Logró los dos trofeos.
El sexto tampoco contó con demasiada transmisión. López Simón logró una gran serie de naturales antes de acortar las distancias para meterse entre los pitones y mover al astado de un lado a otro con circulares invertidos. Los arrimones calan en los tendidos cuando hay poco material para hacer la tauromaquia clásica. Y encima, Jonathan Sánchez, un aficionado que había llegado de Navas de San Juan, se arrancó y comenzó a cantarle desde una barrera. Ni se lo esperaba el diestro que, además, le cogió al final de la faena, por lo que casi que no pudo corresponder toreando. Enterró la espada y logró las dos orejas y el rabo. La afición de Villanueva del Arzobispo que se congregó en su plaza tenía ganas de toros. Por eso, fue sabia para premiar la labor de los toreros porque, cuando los toros no permiten el arte, siempre queda el trabajo para lograr los trofeos. Y así fue.
Los aficionados abandonaron contentos sus localidades. Y los tres toreros cruzaron la puerta grande de la gloria. Pero el olivar que rodea la plaza de toros, que lleva décadas escuchando los olés de primeros de septiembre, se quedó sin ellos. No fue una tarde para las musas, sino para sacar adelante una corrida con unos toros a los que le faltaron muchas cosas para que el “mar de olivos” se hiciera torero en Villanueva del Arzobispo.
PLAZA DE TOROS DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO
Ganadería: Se lidiaron dos toros de La Castilleja para rejones y cuatro de La Palmosilla para los toreros de a pie. Tuvieron una presentación desigual. Los dos para el rejoneador fueron nobles, pero sin transmisión. No hubo ninguno tampoco de La Palmosilla que diera opciones de una faena completa.
Rejoneador: Manuel Manzanares, saludos desde el tercio y dos orejas.
Toreros: Daniel Luque, saludos desde el tercio y dos orejas.
Alberto López Simón, dos orejas y dos orejas y rabo.
Incidencias: Un cuarto de entrada en la corrida de toros de la Feria de Villanueva del Arzobispo organizada por la empresa Taurina de Buendía. Fue en una tarde con temperatura agradable. Los dos matadores hicieron el paseíllo desmonterados, ya que era su presentación en la plaza. Enrique Martínez “Chapurra” actuó como sobresaliente.