Una universidad en la que poder hacer lo que a uno más le guste
Nuria Fernández /Jaén
Si la Universidad Popular no tiene más alumnos es porque no hay manera de repartir mejor las aulas. La oferta del centro municipal, único en su especie en todo el panorama español por su volumen de usuarios y de actividad, se ha multiplicado en muy poco tiempo: las 1.700 matrículas registradas en 2008 se convirtieron en 3.500 el año pasado, y la cifra continúa in crescendo.

Si la Universidad Popular no tiene más alumnos es porque no hay manera de repartir mejor las aulas. La oferta del centro municipal, único en su especie en todo el panorama español por su volumen de usuarios y de actividad, se ha multiplicado en muy poco tiempo: las 1.700 matrículas registradas en 2008 se convirtieron en 3.500 el año pasado, y la cifra continúa in crescendo.
De esta capacidad de plazas, en torno a quinientas están reservadas a niños de entre cuatro y diez años. Ya han arrancado los primeros talleres infantiles del curso, por suerte para los pequeños y sus padres, que encuentran en este recurso municipal una oportunidad asequible para la estimulación creativa e intelectual de sus retoños: la matrícula en un curso completo de Inglés cuesta 96 euros, mientras en una academia este sería el precio por trimestre o, incluso, una mensualidad. También pueden tomar clases de pintura o danza por 86 euros al año, nada que ver con los precios en otros centros destinados a la formación creativa.
Los precios de los cursos forman parte de la filosofía de una universidad popular, según recuerda el director del centro, Ángel Cagigas, que recuerda que se formaron con el objetivo de ofrecer la posibilidad de formarse a las clases populares en la primera mitad del siglo pasado. Ahora que es más fácil acceder a la educación, la ideología se amplía con objetivo de obedecer a las nuevas realidades sociales y, así, crece la oferta de actividades destinadas a los más pequeños.
“Nosotros generamos actividades que sabemos que les apetece hacer a los niños. No queremos que esto se convierta en un aparcamiento para niños”, razona Cagigas. Por eso, la oferta de talleres se basa en una experiencia previa, en la ludoteca de verano que comenzó a funcionar en 2008 y que multiplicó su actividad para el año siguiente, que sirvió para afianzar las líneas de trabajo. De esta experiencia nacieron talleres completos, como el de Yoga, que arranca esta temporada y en el que todavía hay plazas disponibles, y actividades que se realizan en otros más clásicos, como el de Teatro, Plástica o Baile. También hay cursos de apoyo al estudio y de idiomas, adaptados a distintos niveles educativos. Este año hay niños que estudian Chino.
Tanto en el edificio central (en la Avenida de Andalucía) como el renovado Sabetay (en la Judería) se desarrollan actividades, pero ambas sedes se quedan pequeñas. Es por eso que, desde hace un par de ediciones, la UPM trabaja con decenas de asociaciones vecinales en Jaén capital: los colectivos aportan la sede y el centro se encarga del personal y el material docente. Las matriculaciones, que gestionarán las asociaciones, arrancarán el mes que viene. Los propios centros escolares sirven, además, como plataforma divulgativa de la filosofía y las actividades. Aquí desarrollan parte del “Aula verde”, un programa que engloba cursos y talleres sólo para niños en los que se realizan excursiones y actividades relacionadas con el medio ambiente como reciclaje o la necesidad de ahorrar agua. Además, en algunos colegios de la capital, monitores especializados en Educación Ambiental imparten una hora lectiva semanal de la asignatura Conocimiento del Medio. A parte, los centros que lo soliciten tienen acceso al plan de animación a la lectura y dinamización de los recreos, a través de los cuales, monitores de la UPM llevan actividades renovadoras a las escuelas de la capital. Además, cada programa cultural del centro incluye un apartado infantil.
Pero el corazón de la UPM son sus sedes. No porque la mayoría de la actividad (talleres, funciones teatrales, de títeres o de magia...) se desarrolle allí, sino por la “curiosa integración”, según el propio Cagigas, que se produce. “Ves gentes de todas las edades en los pasillo, hay padres que dejan a sus niños en un curso y mientras tanto, participan ellos en otros”. Qué hacer, desde luego, hay.