Una Torre de Babel rodeada por un mar de olivos
Pepi Galera
Babel mitifica la aparición de las lenguas en la Tierra en medio de la construcción de una torre que pretendía llegar al cielo para que esta codiciosa empresa no se llegara a culminar. Yahvé hizo que cada uno de los constructores hablara una lengua diferente, con las que no serían capaces de entenderse. Hoy en día, en pleno siglo XXI, muchos pueblos y ciudades son representaciones de esta Babel por la cantidad de lenguas en las que se comunican sus habitantes. Pero, eso sí, con la gran diferencia de que en ellos la convivencia y el entendimiento es posible y, también, una realidad. En la provincia de Jaén, residen más de 20.000 extranjeros, de más de un centenar de diferentes nacionalidades, según el Instituto Nacional de Estadística.
Babel mitifica la aparición de las lenguas en la Tierra en medio de la construcción de una torre que pretendía llegar al cielo para que esta codiciosa empresa no se llegara a culminar. Yahvé hizo que cada uno de los constructores hablara una lengua diferente, con las que no serían capaces de entenderse. Hoy en día, en pleno siglo XXI, muchos pueblos y ciudades son representaciones de esta Babel por la cantidad de lenguas en las que se comunican sus habitantes. Pero, eso sí, con la gran diferencia de que en ellos la convivencia y el entendimiento es posible y, también, una realidad. En la provincia de Jaén, residen más de 20.000 extranjeros, de más de un centenar de diferentes nacionalidades, según el Instituto Nacional de Estadística.
Así, raro es el municipio en el que no hay algún ciudadano de otra nacionalidad que se está integrando en la sociedad jiennense. A veces, saltan a la opinión pública casos de problemas interétnicos o de racismo. No es que no existan. Sólo es cuestión de estadísticas. A quienes acusan a los inmigrantes de problemas de este tipo, sólo tendrían que contar cuántos extranjeros conviven entre jiennenses y cuántos problemas hay. Muy pocos. Ese es el resultado.
La lengua, que fue la que hizo fracasar el “gran” proyecto de Babel, no es un problema. Claro ejemplo es el del argentino Matías Frías y su esposa, Magdalena Eysz, que es polaca. Se conocieron sin saber ella español, ni él polaco, pero ya tienen un pequeño jiennense de un año y medio. Aprender muy poco a poco es la clave, como hizo el profesor de Inglés del colegio San Antonio de Padua de Martos, Emil Zarif, que llegó hace 28 años de turismo para visitar a su hermano y encajó en el perfil que buscaba este centro educativo. Alsu Alimbava, que llegó hace cuatro años desde Rusia, está ahora mismo manos a la obra. Estudia Gramática para poder acceder a la universidad y convalidar su título de la Licenciatura de Derecho. Muy poco le costó aprender a Mónica Herghelegiu, que en cuatro años, ya domina el español: “Veía muchas películas en Rumanía y me acostumbré al acento. Cuando llegué aquí, estudié un poco y ya me manejo bien”. Para los que no es un problema el idioma es para los sudamericanos. Ecuatorianos, colombianos y argentinos son algunos de los colectivos más numerosos en la provincia. Sólo estas tres nacionalidades suman casi 3.000 ciudadanos censados en Jaén. En este sentido, Marruecos es la procedencia más común entre los inmigrantes y hay censados más de 5.000, lo que sería una cuarta parte de los extranjeros que viven en Jaén. Después, entre los asiáticos, el colectivo más numeroso es el de los chinos, seguidos muy de cerca por los pakistaníes. Asimismo, entre los europeos, los rumanos ganan por goleada, con más de 3.700 habitantes censados en Jaén, a países como Reino Unido, con unos 800, y Bulgaria con más de 300. Por último, de África, después del colectivo de marroquíes, el más numeroso es el de argelinos, con más de 1.000 ciudadanos censados.
Su integración, en general, la definen como fácil por el carácter integrador y acogedor de los jiennenses. Las dificultades, como también las tienen muchos españoles, llegan más a la hora de buscar trabajo. Muchos tienen que conformarse con un puesto en el sector de la hostelería o como empleadas de hogar. “Tenemos que conformarnos con esto, aunque tengamos más formación”, critica Alsu Alimbava. A pesar de esto, están echando raíces y pocos afirman que deseen volverse a sus países de origen. Ruth Morales es una ecuatoriana que reside en Mengíbar desde hace unos diez años: “Los tres primeros fueron algo más duros porque mis hijos estaban aún en Ecuador. Ahora, tenemos nuestro piso aquí y muchos amigos, toda una vida”. Algo así le pasa a Cristina Blandón, una colombiana que vive en Lopera. Se casó en España y tiene un hijo, por lo que dice que ahora esta es su tierra y que volvería a Colombia sólo de visita a sus familiares. Un caso parecido es el de su compatriota Ana Yanet Restrepo, aunque no cierra puertas en un futuro.
Si tienen que quedarse con lo que más le gusta de Jaén, hay más o menos acuerdo. La tranquilidad de sus ciudades y la riqueza cultural que, en muchos casos, no es todo lo apreciada por los nacionales. “Me llamó mucho la atención llegar a España y poder ver en persona monumentos artísticos que había estudiado en los libros, algo que aquí creo que no se aprecia demasiado”, cuenta. “Nosotros no tenemos en nuestro país esta riqueza de monumentos como las iglesias y los castillos y, a mí, me sorprendió mucho al llegar poder verlos”, cuenta la colombiana Luz Irene Pinilla.
Al igual que ellos echan raíces en España, creen que es muy importante no perder las suyas. Es esencial para Guillermina del Carmen Zhingri. “Me siento muy vinculada a España y no me gustaría nunca perder el contacto con esta sociedad, pero creo que es imprescindible que aquellos que hemos emigrado podamos aprovechar lo que aprendemos para ayudar a los que viven en nuestra tierra. Yo estoy muy volcada en poder volver para ayudar en las comunidades campesinas de Ecuador, al igual que lo hizo mi padre, por ejemplo, en tareas educativas”, explica.