Una revolución necesaria

No es una cuestión de si los políticos actuales son o no representativos, incluso de si marcan algún principio de autoridad, sino que es a ellos a quienes se les reclama el que sean la solución, ellos que, olvidando todo principio político, han sido los principales causantes de los actuales problemas económicos, éticos y sociales en que vivimos.

    15 jul 2011 / 14:50 H.

    Es normal que un buen número de gente viva descreída de ellos, todo un sector social muy complejo, diverso y heterogéneo de alguna manera les ha venido a plantar cara, de una manera quizás poco organizada y caótica pero muy efectiva, es una nueva física de lo social, donde se muestra cómo es el funcionamiento interno del sistema. Pero es un movimiento creado desde el mismo centro del sistema, una suerte de dragón mitológico inventado por el poder más sutil para asustar a los niños, sin darse cuenta que estos y aquellos crecerían hasta hacerse amigos. Hace algunos años yo explicaba en este mismo periódico cómo el fenómeno Operación Triunfo, el final de la poderosa industria musical, mostraba que todo tras de sí era una fábrica del éxito fácil, del marketing y donde el talento, el trabajo y la profesionalidad no tenían mayor importancia para llegar a la fama, el dinero y la popularidad. De la misma manera, los movimientos sociales de los que estamos siendo testigos, estilo 15-M, los grupos de movilización anti-bancos, los sistemas de cooperación por el trabajo o el May-day, incluso algunos movimientos más banales como las miradas new-age o los Pretanic Word, no son sino los últimos momentos de una sociedad que agoniza sobre sí misma. Unos movimientos compulsos y quizás sin un sentido práctico, son el aviso febril de que algo pasa. Y ahora que estamos a punto de abandonarnos a este extraño y, cada vez más, incongruente momento que llamamos “vacaciones” no podemos olvidar que ya nada será igual que antes, que todos los días el mundo en el que vivimos está más fracturado que el que dejamos ayer. La culpa no solo es de los políticos, aunque ellos son los principales causantes y los principales beneficiarios. Y esto es lo que nos dice en la calle un grupo de gente que, formada en la democracia, la  educación y los valores de un mundo al que cantaba Rosa León, nos recuerda que los ingredientes básicos de la vida, el aire, el agua, la tierra y el futuro les han sido negados para que los ahorradores de la Europa del Norte vivan tranquilos y seguros. Unos ahorradores que, además de llamarnos vagos, nos dicen que los únicos valores válidos son los suyos, los del lujo, la explotación y el desprecio nacionalista a los demás. Es normal que en general digamos amén, pero siempre habrá algunos que puede que protesten, para ellos toda nuestra admiración.

    José Luis Anta es profesor de la UJA