24 oct 2009 / 09:43 H.
Valores que dignifican y dan sentido a la vida. Esos son los principios fundamentales en los que se sustentan los Premios Príncipe de Asturias, unos galardones que se entregaron en la tarde de ayer en una ceremonia solemne celebrada en Oviedo. Un año más, un nuevo abanico de ilustres contribuyen a engrosar la galería de premiados y convierten la ciudad asturiana, y toda España por extensión, en epicentro de la atención internacional. Son ya 29 años de unos premios considerados los segundos más importantes del mundo, después de los Nobel. En esta edición de 2009 se distingue: La atención sanitaria como un derecho universal desde la Organización Mundial de la Salud; la imaginativa y global arquitectura de Norman Foster; la pasión en educación medioambiental de David Attenbough; el alma de México personalizada en su Universidad Autónoma; el teléfono móvil y el correo electrónico como herramientas transformadoras de la comunicación, gracias a sus inventores Martin Cooper y Raymond S Tomlinson; la obra literaria llena de lucidez y vigor de Ismaíl Kadaré; la continua superación de la saltadora de pértiga de Yelena Isinbayeba y la carga simbólica mundial de Berlín en el XX aniversario de la caída del muro. El Príncipe de Asturias tuvo una especial mención a la situación de crisis por la que atraviesa el país, una complicada coyuntura que, según sus palabras, “hiere nuestra dignidad como seres humanos”. Pese a todo, su mensaje fue de optimismo y comentó que de las grandes adversidades llegan los grandes logros, gracias al potencial que España tiene y del que el heredero de la Corona dijo estar convencido. Con principios como esfuerzo, tolerancia, saber, cultura o compromiso solidario España será capaz de salir airosa del bache, unas palabras que fueron muy ovacionadas por los asistentes al acto en el Teatro Campoamor de Oviedo.