Una presidenta a medias
Carme Forcadell es la nueva presidenta del Parlamento catalán gracias a los votos de su formación Junts pel Sí, los 10 de la CUP y otros cinco diputados más de Podemos. La que fuera expresidenta de la Asamblea Nacional Catalana en su discurso de “toma de posesión” no ha escondido sus cartas independentistas. Desde el primer momento asegura que trabajará para que Cataluña deje de tener un parlamento regional y, al final de su parlamento, junto a los vivas a la democracia y el pueblo soberano cerró con un viva a la república catalana. La división actual de Cataluña, que se escenificó también en el pleno con un parlamento partido por la mitad no parece ser suficiente para mostrar que ni las matemáticas ni el sentimiento permiten el salto sin red en el que los secesionistas pretenden hacer caer a toda la población catalana. Es difícil hacer creíble que a reglón seguido de su intervención diga que estará al servicio de la ciudadanía, “voten lo que voten o hablen lo que hablen”.
El “momento fundacional” en el que se encuentra el independentismo tiene una marcada hoja de ruta que prescinde de la legalidad y que lleva a término, a las bravas, sus postulados, dejando de lado a la mitad de los catalanes con el riesgo de fractura social ya evidente. En ese trayecto, además, directa o indirectamente se menosprecia con menor o mayor virulencia en función del interlocutor, al resto de un país, España, cuya población no entiende ni comparte una lista de agravios, algunos que rozan la ensoñación histórica. Sin duda, son tiempos complicados para quienes no piensan como ellos en su propia casa. Esa otra mitad de catalanes tienen sus derechos y no pueden ser pisoteados.
El “momento fundacional” en el que se encuentra el independentismo tiene una marcada hoja de ruta que prescinde de la legalidad y que lleva a término, a las bravas, sus postulados, dejando de lado a la mitad de los catalanes con el riesgo de fractura social ya evidente. En ese trayecto, además, directa o indirectamente se menosprecia con menor o mayor virulencia en función del interlocutor, al resto de un país, España, cuya población no entiende ni comparte una lista de agravios, algunos que rozan la ensoñación histórica. Sin duda, son tiempos complicados para quienes no piensan como ellos en su propia casa. Esa otra mitad de catalanes tienen sus derechos y no pueden ser pisoteados.