Una palabra mía

Nos damos cuenta de lo poco que vale la palabra y el compromiso, cuando las cosas no salen como esperábamos. Antes, ni sospecha. Todos pasamos por momentos difíciles, situaciones límite que debemos solucionar.
Se trata de estar bien y contemplar lo que sucede desde la otredad, poniéndonos en el lugar del otro. Es cierto: Raro procedimiento para quien nunca escarmienta en cabeza ajena. Engaños y desengaños, puñaladas por la espalda y sinsabores están al orden del día, más habituales de lo que pensamos. La vida cotidiana no sólo es rutina monótona, también ruptura y cambio. Vamos viviendo, viendo las horas que van pasando, como decía la canción, y buscamos nuestra felicidad. Pero en ese recorrido las decisiones que tomamos no siempre están bien encaminadas, aunque nuestra necedad impida ver dónde nos equivocamos, y cuándo, y cómo y por qué.
En cualquier caso, tarde o temprano nos encontramos con el límite de nuestras propias contradicciones. Por ejemplo, arrepentirse ahora de decisiones que tomamos hace 15 años, ¿de qué sirve ya? Hicimos lo que creímos que debíamos, y las consecuencias cayeron, como en “La sentencia” de Anna Ajmátova: “Y cayó la palabra de piedra/ sobre mi pecho todavía vivo”. Las duras pruebas te hacen fuerte, y sólo desde la íntima soledad y la reflexión se pueden afrontar.
La soledad se convierte entonces en el refugio que te libra de la desesperación, al imbuirte en tus pensamientos y mantenerte activo. Soledad acogedora, como tituló Massimo Cacciari su magnífico librito, que estoy releyendo estos días y que me libra de estar ocupado, y de no poder pensar.
Así, el que imagina no pierde la esperanza, crea una realidad cognitiva por la que discurrir. El ocupado, el que no se da respiro, que olvida imaginar, acaba desesperando.
Por eso sé que el lugar que me corresponde es este, desde mi soledad y la conciencia tranquila, hacer lo que tengo que hacer, sin herir a nadie, y con una ética que me define. Frente a la miseria de la ética —y la ética de la miseria— que vivimos, como quien se construye, una palabra mía bastará para sanarme.

    28 may 2015 / 19:49 H.