Una mirada a la vida en las aldeas en pleno siglo XXI
texto: Pepi Galera
fotografías: Agustín Muñoz
Cecilia es una vecina de la aldea de Fuente Segura de Arriba, muy cercana a Pontones y a escasos metros del nacimiento del Río Segura. Ella ha vivido toda su vida allí. Dice que, en sus 87 años, tan sólo ha salido dos veces, una para ir a Granada y otra a Jaén. En invierno, cuando las nieves aíslan este rinconcito de la Sierra de Segura, sólo habitan tres personas en la aldea. Ella, su hermano y su sobrino. Su forma de vida es sencilla y representa la de centenares de jiennenses que habitan estos recónditos lugares de la provincia. Su día a día es prácticamente igual que el de hace unas décadas, lo que no quita que se “baje” del tren del progreso y que, por ejemplo, hace unas cuantas semanas se comprara su TDT para seguir viendo la televisión, su principal entretenimiento. Y es que el reloj tampoco se para en estas “islas” que salpican la provincia.

fotografías: Agustín Muñoz
Cecilia es una vecina de la aldea de Fuente Segura de Arriba, muy cercana a Pontones y a escasos metros del nacimiento del Río Segura. Ella ha vivido toda su vida allí. Dice que, en sus 87 años, tan sólo ha salido dos veces, una para ir a Granada y otra a Jaén. En invierno, cuando las nieves aíslan este rinconcito de la Sierra de Segura, sólo habitan tres personas en la aldea. Ella, su hermano y su sobrino. Su forma de vida es sencilla y representa la de centenares de jiennenses que habitan estos recónditos lugares de la provincia. Su día a día es prácticamente igual que el de hace unas décadas, lo que no quita que se “baje” del tren del progreso y que, por ejemplo, hace unas cuantas semanas se comprara su TDT para seguir viendo la televisión, su principal entretenimiento. Y es que el reloj tampoco se para en estas “islas” que salpican la provincia.
Los 97 municipios de Jaén engloban cerca de trescientos núcleos. Un dato que da una idea de lo diseminada que es su población. Las amplías zonas naturales que suponen sus cuatro parques naturales y la escasez de grandes urbes —a excepción de la capital y Linares— hacen que esta provincia sea eminentemente rural y sustente su población en municipios pequeños que, en la mayoría de los casos, están formados por más de un núcleo. Pero, al mismo tiempo, todos no son iguales. Las características geográficas, tanto por su ubicación, como por su clima, diferencian unas aldeas y otras en la provincia de Jaén. No es lo mismo hablar de las caserías y cortijadas de la Sierra de Segura, que de las situadas en el término municipal de Alcalá la Real. Estas últimas, con vías de comunicación principales a un tiro de piedra, no viven —sufren o disfrutan— del aislamiento que caracteriza a las primeras. También, las intensas nevadas en los meses de invierno las aísla y los obliga a “hibernar” en sus hogares. En algunas, las más alejadas y pequeñas, el tiempo parece haberse parado dos décadas atrás. Sus habitantes, cada vez menos y más mayores, conservan un estilo de vida muy similar al de hace 20 ó 30 años. Siguen cultivando muchos de sus alimentos en sus huertas, hacen su propio pan —aunque también cada vez menos— o, simplemente, se reúnen los vecinos para charlar. Dicen que no hay mucho más que hacer: pasear, ver la televisión o hablar con sus vecinos.
Pero esto tampoco significa que no se desarrollen, si no que su avance es lento, menos palpable que en otras zonas. Por ejemplo, si se habla de tecnología —uno de los “indicadores” del estilo de vida de los ciudadanos del siglo XXI—, estas aldeas, poco a poco, van digitatilizando sus hogares. En aquellos donde hay jóvenes, no es raro encontrar un ordenador con acceso telefónico a internet, la gran ventana abierta al mundo exterior. Otro de estos pequeños hitos digitales es la implantación de la TDT. Los vecinos de las más recónditas aldeas de Santiago-Pontones dicen que ya pueden ver la televisión sin problemas, gracias a antenas que se han colocado por el municipio y la adquisición de sintonizadores. Ni más ni menos que cualquier otro ciudadano de la provincia. Lo mismo ocurre con el acceso a la Sanidad o la Educación. Por ejemplo, en La Matea, cada lunes tienen consulta médica o, en otras aldeas más pequeñas, para quienes no se pueden desplazar, los equipos sanitarios los visitan en sus domicilios. Los niños también tienen más fácil acudir al colegio. Una ruta de autobús los lleva cada día a los centros educativos de Primaria y Secundaria más cercanos y, después, los trae de vuelta a casa. Así es la vida en estas pequeñas aldeas en pleno siglo XXI. En una continua lucha por sobrevivir, sus habitantes se encuentran en una encrucijada de sentimientos opuestos hacia esta forma de vida. Hay que poner en la balanza muchos factores. Disfrutan de la calidad de vida que muchos “urbanitas” anhelan, la que da vivir en un entorno natural de ensueño, con la tranquilidad que esta aporta, pero que se desmitifica en su día a día con la escasez de vías “rápidas” de comunicación con otros puntos de la provincia, la falta de oportunidades de trabajo, la falta de negocios del sector terciario o, incluso, la soledad.