Una fractura colosal
En el municipalismo andaluz se está fraguando una operación de calado. Se están haciendo aproximaciones, con la connivencia y aliento de la Junta, para la creación de un eje Málaga-Sevilla, al que se sumaría Córdoba. La idea es buena, sin duda alguna.
Aprovechar sinergias entre capitales optimiza recursos, promueve actividades e inversiones. Esto es mejor que la política de confrontación. Pero si es bueno para Sevilla y Málaga ¿por qué no también Jaén? ¿Acaso se pretende dejar lo bueno para unos y lo malo para el resto? Pero hete aquí que Jaén, y el resto de capitales también, se queda al margen en el nuevo teatro de operaciones.
Volvemos a la cantinela de siempre. Los ricos con los ricos y a los pobres, que les den. No entiendo cómo se excluye a ninguna capital, de las ocho, si sabemos de antemano que los logros de esa unión serán positivos. Una vez más, lo único que se conseguirá es aumentar los diferenciales y hacer mucho más inviable un futuro halagüeño. La operación va contra todo principio de solidaridad, digan lo que digan en Málaga y Sevilla, quizá también de Córdoba. Va contra el principio de territorialidad solidaria, lo vendan como lo vendan. No deberían, PSOE y PP, caer en ese error continuo de dejar al margen a Andalucía Oriental. En nuestro caso, lo que nos duele, es que Jaén parece destinado a asumir un papel de cenicienta en el contexto andaluz. Solo están preocupados por Jaén cuando llega el momento de recolectar votos y llevarse aceite del bueno, del mejor. Entonces sí, entonces Jaén, su capital y toda su provincia, son buenos, buenísimos. Cierto es que no tenemos ni la población, ni el PIB de Málaga o Sevilla, pero sí tanto potencial como ellos. Solo que al no creer, al no invertir, al ignorarnos, los desfases aumentan de forma exponencial. Se está cociendo una operación que hará una fractura colosal entre territorios de la misma Comunidad. Si existen dos Andalucías es porque se abonó el terreno para que así fuese. Si Jaén hubiese tenido siquiera la mitad de inversiones que Sevilla otro gallo cantaría. Y nuestros políticos... callados.
Manuel Pérez Perálvarez