Una fecha para la historia
La calle 22 de Julio nació a extramuros del núcleo medieval. Todas las casas de la acera de los impares descansan sobre viejos paredones de calicanto almohade ya perdidos.

Es, por lo tanto, una creación urbana del siglo XV, en una zona de expansión que el maestro Bonet Correa llamó la ciudad conventual. Efectivamente muy cerca de ella están los conventos de Trinitarias y Trinitarios, este último desaparecido.
El nombre de la calle se debe a la fecha de la capitulación de los franceses tras la derrota en la Batalla de Bailén. El Acta de la Capitulación, que se inició en la Casa de Postas, en el término de Villanueva de la Reina, se tuvo que completar en Andújar, con la firma del general Ventura Escalante, del ejército de Granada, que enfermo de una gastroenteritis se hospedó en la casa palacio de la Condesa de Gracia Real. Los franceses entraron cabizbajos y fueron pitados con los famosos caballitos de cerámica; desde entonces, la figura del caballero lleva un gorro frigio referente a los revolucionarios gabachos. El Ayuntamiento de 1908, con buen criterio, y para festejar el centenario de tan heroica fecha, le puso a la calle tal nombre. A pesar de ser una calle con gran pasado y con unos 500 años a sus espaldas, parece que es una calle nueva al perder su adoquinado, sus árboles y su casino. Se renovó toda, un muestrario de arquitectura cuya valoración depende de las exigencias del observador.
Dos farmacias destacan en su paisaje, una la de Luis Rico con sus farmacéuticos actuales desde 1940, que ha visto tres generaciones. Y otra la de Guillermo Sierra, creada en 1915, llevada por la tercera generación también. No queda nada del talabartero Francisco Cifuentes y de la peluquería de su hermano José. Tampoco existe el Bar Capri, desapareció la casa de la familia Garzón con una bella balconada de forja y la casa de Isabel Villalba, requisada por la República en la Guerra Civil. En el recuerdo está el bar de García Rojo y los profesionales como Barrios, Alejo, Calero, Garrido que estaban unidos al lugar. Los más viejos del lugar afirman que hubo en esta calle una oficina de telégrafos.
Se llamó también, en el siglo XVII “Martín de Valenzuela”, caballero Veinticuatro —concejal urbano de rango superior, jefe de milicia y fundador del Convento de las Trinitarias en 1587—. Más tarde la calle pasó a llamarse “de la Audiencia”, debido a la situación de la sede, en donde el alcalde mayor administraba justicia en nombre del rey. La Audiencia de Andújar se debe a los Reyes Católicos que potenciaron sus funciones, dependiendo de la Real Chancillería de Granada. Este nombre pasó al callejón anejo. Más tarde la calle se llamó, a final del siglo pasado, “Pi y Margall” en honor al político catalán defensor del federalismo en la primera y efímera República, así hasta llegar a 1908 que adquiere su nombre actual.