Una familia subsiste con un alquiler social

La vida de Francisco Javier Padilla iba bien hasta hace tres años. Tenía un puesto en una tienda. Su madre conseguía ingresos gracias a su empleo como cuidadora de personas mayores. Las cuentas de la familia cuadraban. Hasta que ambos perdieron primero sus trabajos y, después, la autonomía. Ya llevan un año en un piso que les ha facilitado Cáritas. Solo pagan gastos comunes con el dinero que Padilla genera merced a un curso de Agricultura Ecológica, también financiado por la onegé de la Iglesia Católica.

15 jun 2015 / 09:39 H.

“Como nos quedamos parados, no podíamos pagar el alquiler. Nos desalojaron después de los primeros meses de deuda. Gracias a la ayuda de mi hermana y de algunos amigos pudimos salir adelante”, recuerda Padilla. En aquel momento de incertidumbre pidió auxilio en Asuntos Sociales. “Y no nos dieron ninguna solución. Solicitamos la renta social de la Junta y tampoco recibimos atención”, lamenta. Hasta que su caso fue conocido en Cáritas. Tan importante como el alquiler social es la oportunidad de formación que la entidad sin ánimo de lucro brindó tanto a Padilla como a su madre. “Ella ha cursado un módulo de auxiliar de Enfermería. Ya tiene cualificación en un ámbito que conoce”, cuenta el hijo, que agradece el apoyo recibido por parte de Cáritas en Jaén.
Sueño. El horizonte de la familia es hallar un empleo para recuperar su independencia económica. Padilla asegura que ha dejado su currículo en numerosos comercios de la capital. “Necesito un empleo fijo. Reponedor en un supermercado, por ejemplo”, expresa.
Atrás quedó una de las aficiones que más alegrías le dieron: la música. El jiennense fue vocalista de una orquesta. Entonces recorría la provincia en las temporadas estivales. “Lo tuve que dejar a raíz de nuestra situación. No puedo abandonar el curso que hago ahora, porque perdería la ayuda económica. Pero me gustaría volver a la música”, dice. Su “escenario” es, de momento, otro.