Una fábrica donde los sueños se hacen realidad con el fuego
Texto: Diana Sánchez Perabá / fotografías: Juan Carlos Fernández
Si Walt Disney estuviera vivo y hubiera descubierto a José Manuel Sánchez, no habría dudado ni dos notas musicales en haberle convencido para trabajar juntos. Así como ya lo hizo con el maestro de surrealismo español Eugenio Salvador Dalí, el fundador de la mayor fábrica de ilusión de todos los tiempos no habría pasado desapercibido ante la industria de sueños que el marteño ilumina con la pasión del fuego desde la ciudad de la Peña. Si el padre de Mickey Mouse consiguió dar vida a todo un mundo de fantasía desde la animación cinematrográfica, en la empresa de Martos los sueños se hacen realidad gracias a la complicidad de la bóveda celeste como gran pantalla y con la fusión cómplice de la música y su mejor arma: la pirotecnia. Explosiones a medida para el campo de batalla de la celebración, la fiesta y la magia, que han conquistado el corazón de jiennenses, incluso fuera de la provincia.

Si Walt Disney estuviera vivo y hubiera descubierto a José Manuel Sánchez, no habría dudado ni dos notas musicales en haberle convencido para trabajar juntos. Así como ya lo hizo con el maestro de surrealismo español Eugenio Salvador Dalí, el fundador de la mayor fábrica de ilusión de todos los tiempos no habría pasado desapercibido ante la industria de sueños que el marteño ilumina con la pasión del fuego desde la ciudad de la Peña. Si el padre de Mickey Mouse consiguió dar vida a todo un mundo de fantasía desde la animación cinematrográfica, en la empresa de Martos los sueños se hacen realidad gracias a la complicidad de la bóveda celeste como gran pantalla y con la fusión cómplice de la música y su mejor arma: la pirotecnia. Explosiones a medida para el campo de batalla de la celebración, la fiesta y la magia, que han conquistado el corazón de jiennenses, incluso fuera de la provincia.
En las entrañas de la fábrica de los sueños de la ciudad de la Peña, la tecnología siempre fue la gran baza que permite la traca final. “Desde el principio hemos apostado por los útlimos avances. De hecho, la palabra piromusical está registrada por nosotros”, explica el director de Pirotecnia Sánchez, José Manuel Sánchez. Término que acuña la idea de unos espectáculos piromusicales basados en la línea que el marteño ideó en 1988. “Ahora todo el mundo monta así, sin embargo nosotros hemos tomado un camino diferente, más avanzado. Recuerdo que el láser lo utilizamos por primera vez en 1992”, explica Sánchez.
Los conciertos del rock andaluz, en concreto los de Medina Azahara, fueron los que le ayudaron a dar ese paso que revolucionó la concepción de los montajes pirotécnicos. “Llegaba un límite que, como conocía tan bien las canciones, sabía cuándo entraban los efectos con la música y descubrí que a la gente le encantaba. Entonces pensé que si yo hacía eso con la múscia y la sincronizaba con los fuegos, a la gente le gustaría”, dice Sánchez. Una vez prendida la mecha continuó su veloz camino, en 1983, gracias a la Hermandad del Cristo del Consuelo de Cazorla, que apostó por esta iniciativa. Una explosión que les puso en bandeja el éxito.
Con el detonador ya pulsado, la trayectoria de la empresa se dirigie al objetivo de llegar a la fibra más sensible de la gente a partir de la música, el fuego y el color. Un reto que Sánchez se permite a base de una dieta musical con la que alimenta sus oídos con horas y horas de composiciones. Sin duda, un don sinestésico en el que sonido y silencio se convierten en colores y formas cuando José Manuel Sánchez los interpreta en su mente. A partir de esta concepción inicial, la maquinaria de la empresa se pone en marcha. Híbrido entre el taller del padre que dio vida al mismo Eduardo Manostijeras y lo que podría considerarse el laboratorio de los herederos de Steve Jobs (creador del imperio Apple), las instalaciones ubicadas a las afueras de Martos guardan complejos sistemas electrónicos e informáticos. Zonas específicas para investigar y crear equipos de disparo digital, otra de I+D y de pruebas y reparación. Así como los objetos y animales de la película “Fantasía” se movían al compás de las notas musicales, cada rayo de luz que desprende la pólvora baila simultáneamente con las composiciones que nacen desde la fábrica de los sueños marteña. De ahí que, en las instalaciones, el estudio de grabación sea una de las piezas claves del engranaje en el que las últimas tecnologías en audio digital juegan un papel primordial para compaginar el sonido del estpectáculo final.
Durante más de 25 años desarrollaron diferentes versiones de sus mesas de disparo. Una de sus últimas creaciones aporta un revolucionario sistema de comunicación vía Wi Fi con los ordenadores, lo que supone una drástica reducción del tamaño y un considerable aumento en seguridad y fiabilidad de disparo. “Hasta ahora hemos explicado los elementos que han hecho posible controlar el disparo con señales eléctricas. Una vez que tenemos el control sobre los efectos pirotécnicos hablaremos de los complementos que podemos aplicar a los fuegos artificiales y que engrandecen el espectáculo”, indica la empresa desde su página web (http://pirotecniasanchez.com).
Experimentación, investigación y una plantilla de especialistas, que llega hasta los cincuenta empleados en temporada de verano, hacen posible que los sueños que se dibujan en la mente de José Manuel Sánchez estallen con una puesta de escena en la que el color, la música y las historias preñadas de magia, mitología y leyenda arropen, durante la fugacidad de veinte minutos, las almas de miles de espectadores. Un mundo en el que Morfeo se rinde ante la fuerza, la pureza y la iluminación del fuego que guarda la Peña.
El origen de la fantasía antes de prender la mecha
La fabricación de los cohetes de Pirotecnia Sánchez se realiza artesanalmente como ya los elaboraban los antecesores de José Manuel Sánchez, una parte esencial de la empresa. En las instalaciones ubicadas en la Carretera de Jamilena, en el municipio de Martos, los trabajadores elaboran la pólvora en diferentes casetas. Una actividad que incluye el secado de la misma, pero que cuenta con una temperatura adecuada para que el proceso sea rápido. Además, hay que tener en cuenta que la fábrica está a pleno rendimiento durante los meses estivales, época del año en la que se demandan especialmente los productos de pirotecnia. A lo largo de los 162.000 metros en los que se extienden las cuarenta y ocho casetas en las que se elabora, monta o experimenta, llegan a trabajar hasta cincuenta personas —incluidos los empleados de las oficinas—.
En la cadena del proceso de fabricación también se encuentran otros apartados para la mezcla de los colores que dibujarán formas imposibles en el cielo. A unos cinco metros bajo tierra, varios búnkeres guardan, con meticuloso cuidado y seguridad, kilogramos de pólvora envuelta en cada una de las carcasas que contienen la mezcla química. Cavidades de hormigón que cuentan con una fuerte protección, no solo para los trabajadores, sino también para los habitantes de la zona. Como productores de material pirotécnico, Sánchez también abastece a clientes de sus creaciones de manera que en su tienda se pueden adquirir desde tracas americanas, hasta un espectacular batería tonel de diecisiete disparos. Desde la fábrica también se organizan los embalajes para repartir a diferentes puntos de España por medio de sus propios vehículos. Y es que antes de la traca final hay que prender la mecha.