Una comitiva que merece el título de Patrimonio de Humanidad

La Buena Muerte es garantía de seriedad, de señorío. Fiel a su ética y su estética, la sacramental catedralicia exhaló aroma de bóvedas por las calles jiennenses durante su procesión, que deslumbró a vecinos y visitantes desde su partida y hasta el mismo instante de encerrarse.

16 abr 2014 / 22:00 H.


Andrés de Vandelvira soñó la salida de la procesión de La Buena Muerte cuando imaginó su Catedral. Por eso, cortejo y edificio son una misma cosa, la pieza definitiva de un hermoso puzle que, cuando coincide en el hueco de la puerta del Perdón, lo consuma.
Una tarde magnífica, cofrade, dobló su rodilla ante la majestad del Señor de Jacinto Higueras, ese impresionante Crucificado que muere sobre un trono que no necesita maniobras costaleras para sobrecoger cuando dice adiós a las columnas del templo mayor jiennense.
El sol entró hasta el trascoro como un mensaje, un amarillo golpe de campana con el que saciar la espera de la Plaza de Santa María, llena hasta las torres para asistir a una de las ceremonias mayores del Miércoles Santo. La hermandad se esmeró —no sabe hacerlo mal— y recompensó la impaciencia con un derroche de exactitud que, a fuerza de repetirlo, cada año resulta más apetecible. ¿Qué fue, si no, la el instante en el que el mismo Dios descendido de su cruz tocó esa plaza sin sonido de fuentes? Inconmensurable, ejemplar, único.
Lo de la Virgen fue otra cosa. Salió como sale siempre, por eso emocionó tanto. Sin más techo de palio que ese madero desnudo que le refresca el dolor ni otras bambalinas que su sudario, la Señora de las Angustias compartió la agonía con los suyos, los cientos de incondicionales que la siguen sin límites, hasta la misma lágrima.
El mérito infinito de los anderos de los tres pasos, la riqueza y el simbolismo de las insignias de esta hermandad —que sale con lo que tiene que salir, sin elementos de relleno ni piezas inexplicables— y la incontestable grandeza de su patrimonio procesional, además de su contemporaneidad y solera, hicieron su trabajo y rubricaron el ecuador “pasionista” jiennense de la mejor forma posible.