Un veraneo sin 'souvenirs'

Silvia Ruiz Díaz / Jaén
Los alfareros de Arjonilla no saben cómo hacer frente a la bajada de las ventas. Ahora, además, comprueban cómo gran parte de los turistas que veranean en las costas españolas deciden comprar menos “souvenirs” de cerámica y se escudan en la actual crisis.

    19 jul 2011 / 10:08 H.

    Los alfareros de Arjonilla sobreviven “como pueden”. A la competencia del mercado asiático se suma un problema todavía mayor, el de la crisis económica mundial. Desde hace varios años, hacen números y comprueban que las cuentas no les salen. Lo único que les queda, como explica el presidente de la Asociación de Alfareros Artesanos de Arjonilla, Jacinto Castillo Castro, es “aguantar el chaparrón”.
    Castillo indica que los empresarios están aún “más fastidiados” que en el ejercicio anterior. Hace algunas temporadas, en pleno verano, el producto que fabrican en este municipio se podía encontrar en las tiendas de “souvenirs” de todas las costas. Ahora sigue ahí, pero apenas se vende. El problema, en sus palabras, es que la gente disfruta de sus días de descanso y va a la playa de vacaciones. Sin embargo, los chiringuitos no están llenos ni tampoco suele haber colas, como ocurría antes. De igual modo, los turistas no se detienen tanto en comprar los “recuerdos” de cerámica para toda la familia y los amigos. A pesar de que se pueden encontrar originales objetos, los regalos para tantas personas pasaron a la historia. Muchos, se escudan en la crisis y afirman que no hay dinero para unos productos que, en realidad, no son de primera necesidad. “La producción ha bajado a unos niveles increíbles. Ya está tan baja, que no existen ni porcentajes. Los alfareros, en estos momentos, solo piensan en qué hacer para no cerrar sus empresas”, agrega. En los últimos años, las ventas llegaron a caer hasta en un 80 por ciento y, también, muchos tuvieron que echar el cierre de sus negocios, ya que no aguantaban las pérdidas.
    Por suerte, existen clientes que, según los alfareros, tienen en cuenta el esfuerzo que supone sacar adelante un trabajo artesanal, y a esos consumidores, que a la vez buscan “algo distinto”, son a los que comienzan a dirigirse los emprendedores. Mientras tanto, dice Castillo, es necesario “esperar”.