Un terreno privado en ruinas “amenaza” a catorce residentes
El problema es tan visible como preocupante. Un solar en ruinas que linda con el edificio número 29 de la calle Martínez Molina alarma a las catorce familias residentes, la mayoría parejas jóvenes con hijos pequeños. El terreno, de propiedad privada, luce cada vez más decadente: los desprendimientos son una realidad. No hay señales del dueño. La comunidad acaba de aprobar el levantamiento de un muro para protegerse de un previsible derrumbe.

“Es un nido de suciedad. Hay de todo: ratas, palomas, gatos y basura. Un desastre”, resume uno de los vecinos, que prefiere mantener su nombre en el anonimato. Describe con hastío el “vertedero” en que se ha convertido el solar que está a la espalda de su edificio. Ocupa parte de la calle Almendros Aguilar. Los residentes no saben qué hacer. “La zona se ha ido degradando por falta de limpieza”, manifiesta.
Hay motivos para pensar en un desprendimiento con más consecuencias que los tres que ya se han producido (dos en el último año). El patio de luces de Fernando Molina, expresidente de la comunidad, está justo al lado del solar. “La única separación que hay es una valla metálica”, expresa. Es muy fácil hacer un pronóstico desde la azotea del edificio: en caso de que la vivienda en ruinas ceda aún más afectará al patio. “Mi piso quedaría dañado, porque soportaría el impacto. Lo de menos serán las humedades. Si se viene abajo, tendremos un problema de verdad. Queremos prevenir antes de que ocurra algo”, señala.
Los residentes se reunieron, hace una semana, para abordar diferentes asuntos. El principal fue articular una respuesta ante la inestabilidad del solar abandonado. Quedó aprobada la construcción de un muro de al menos dos metros de altura junto al patio de Molina. Será sufragado por todos los vecinos. “Somos conscientes del peligro que supone. Aunque, por suerte, todavía no ha pasado nada”, dice. Ocurre que el edificio está poblado de menores. “Yo tengo uno. Pusimos las rejas junto a mi vivienda para extremar precauciones. Mi vecina de arriba está embarazada y tiene una niña de tres años. Casi todos tenemos hijos”, apunta.
Los pisos que integran el edificio número 29 de la calle Martínez Molina se estrenaron en el año 2008. Cuentan los propietarios que ya entonces el terreno colindante presentaba signos de suciedad y deterioro. La situación se ha agravado en el último año hasta tal punto que los vecinos están preparados para que, en cualquier momento, parte del inmueble ruinoso se venga abajo.
Molina contempla el terreno desde la azotea: muestra a este periódico cómo las palomas hacen sus nidos en muros de su edificio. Las habitaciones de lo que fue una casa lucen llenas de escombros. “Cuando llegue el verano vendrán los olores. Esto es un criadero de mierda”, sentencia el expresidente.