Un sueño: el renacer del balneario

Por su antiguo trabajo recorrió España de pueblo en pueblo durante ocho años, y asegura rotunda que “como Marmolejo no hay ninguno”. Acogedor, llano, limpio, con las puertas abiertas…

23 jul 2015 / 08:39 H.

“Hay algunos costeros muy bonitos, pero el mío es único, no conozco ninguno así”. Esa pasión y orgullo de su patria chica la transmite con entusiasmo. “Me encanta, llegas después de trabajar y dices ya estoy en casa”. Subraya la amabilidad de la gente, de sus convecinos, lo que imprime una tranquilidad que se respira por las calles y, además, con la comodidad de estar también cerca de la capital.

Su marido lleva tres años en paro porque la empresa de ingeniería en la que trabajaba cerró. Una pequeña espinita que espera que pronto puedan quitarse. “Dicen que ya vamos a resurgir… Yo, cada mañana, cuando levanto la persiana, pienso ‘hoy es mi día’. Y, luego, si no lo es, digo, ‘bueno, será mañana’”. Se refiere a su comercio de ropa de bebé “El duendecito”, que echó a andar hace dieciséis años en la Corredera de Capuchinos, en Andújar. El día a día cuesta, por la complicada situación económica, pero con su optimismo innato todo se lleva mejor. Su negocio se ha hecho un nombre, después de tanto tiempo, y una clientela. “Estoy muy bien asentadita allí, el coche ya va y viene solo”, bromea.

El mes que viene llega la feria, que después del último referéndum popular, regresa a su fecha de agosto tradicional. Vuelven a sus orígenes y lo que no cambia es su conocido concurso hortofrutícola, todo un referente en la comarca y fuera de ella. “Aquí somos muy de huerta”. Además, en los últimos años se incentiva también la feria de día, uno de los principales atractivos, que tiene tirón para salir a tomar algo con los amigos, a pesar del intenso calor. “Pero, con todo, tenemos dos grados menos que en Andújar”, puntualiza entre risas. Son días de mucho bullicio, porque llegan al pueblo “los forasteros”, los oriundos que viven fuera y aprovechan para ir a ver a la familia y disfrutar. Comenta que supone un buen empujón para el sector hostelero y le da mucha vida al pueblo.

En la otra cara, lamenta el estado de abandono en el que se encuentra el balneario, frente a los años de esplendor por los que pasó. Cree que sería un importante revulsivo para el turismo revitalizarlo y ponerlo en funcionamiento, por sus ricas aguas minero-medicinales, pero es consciente también de que se necesitaría mucha inversión. “Es una pena que lo que se asocia con el pueblo, que es su balneario, esté abandonado”, lamenta. Recuerda que su suegra era una de las chicas que daban el agua, cuando se extraía directamente de las tres fuentes. Con el tiempo pusieron gritos, pero en un principio era prácticamente directo del manantial. Un lujo cercano que se ha perdido. “Si volviéramos a los orígenes sería impresionante”. Ojalá.