Un sonido que deja huella desde lo alto
Texto: Diana Sánchez Perabá /fotografías: Agustín Muñoz
Un Quasimodo de la factoría Disney subido a un espectacular campanario mientras canta con las gárgolas de una inmensa Notre Dame, el repique de alegría desde lo más alto de una iglesia para unos novios que acaban de darse el “sí, quiero”, la casa temporal de las cigüeñas que anidan sin temor al movimiento y al sonido de sus compañeras, el aviso discreto, pero claro y conciso de la despedida final de un vecino. Las campanas forman parte de la memoria colectiva y, a pesar de que se trata de un instrumento de comunicación centenario, su función sigue tan presente que es inconcebible entender un templo sin estas pizpiretas y sobrias piezas que hablan al pueblo por el cura, pero también por el alcalde.
Un Quasimodo de la factoría Disney subido a un espectacular campanario mientras canta con las gárgolas de una inmensa Notre Dame, el repique de alegría desde lo más alto de una iglesia para unos novios que acaban de darse el “sí, quiero”, la casa temporal de las cigüeñas que anidan sin temor al movimiento y al sonido de sus compañeras, el aviso discreto, pero claro y conciso de la despedida final de un vecino. Las campanas forman parte de la memoria colectiva y, a pesar de que se trata de un instrumento de comunicación centenario, su función sigue tan presente que es inconcebible entender un templo sin estas pizpiretas y sobrias piezas que hablan al pueblo por el cura, pero también por el alcalde.
Unidos a esta tradición, los trabajadores de la empresa tosiriana Rosas, dan una vuelta de campana para adaptarse a los nuevos tiempos. Una vuelta que parece mejor un volteo. Y es que, a pesar de que son cuatro las generaciones que funden el bronce para dar a luz a estas particulares voces, la elaboración apenas ha cambiado, ya que su sello distintivo es que son totalmente artesanales. Por algo es la empresa andaluza más antigua en su sector y la única que fabrica campanas de manera tradicional.
Ciento treinta y un años dan para muchos repiques sonorizados por las criaturas de Rosas. Campanas que se comunican desde cualquier parte del mundo. Porque si de algo pueden estar orgullosos los actuales responsables de la fundición tosiriana es que su campaneo particular se difunde por cuatro continentes. “Hemos elaborado para países de África, Latinoamérica o Asia, sobre todo para las parroquias de los misioneros, y también en Europa”, explica uno de los socios, Alberto Damas Ortega. No obstante, los parroquianos continúan siendo los principales clientes. Los más directos. “También hemos tenido algún propietario de una casa con una pequeña capilla que quiso instalar una campana”. La cruda realidad marcada por la reducción de gastos también se nota en las iglesias, que no están precisamente para lanzar las campanas al vuelo. Así, frente a la ostentosidad de siglos pasados, en la actualidad predominan la sencillez y el minimalismo. “Con la crisis, los párrocos tienden a comprar campanas más pequeñas y con pocos aparatos de funcionamiento, es decir, se conforman con el martillo o con el volteo, pero no ambas a la vez”, asegura Damas. En cuanto a los tipos que existen, el profesional destaca las de volteo, que son típicas del sur de España; las de bandeo o a medio vuelo, que son las del norte, y las de electromato, es decir, aquellas que dan las misas de diario o las de difuntos o las horas de reloj.
Rosas como creadores, pero también como médicos. Así, por sus manos pasaron auténticas joyas para su limpieza, restauración y para su mantenimiento a punto. “Llevamos el cuidado de las campanas de la Catedral de Toledo, que son las más grandes de España. Se trata de piezas de los siglos XIII o XIV, que pesan veinte toneladas”, explica. Además son los “doctores” particulares de las campanas de la Catedral y la Giralda de Sevilla, así como las de las catedrales de Granada, Córdoba, Guadix, Ceuta, Jerez de la Frontera, Baeza y Jaén. Debido a su incalculable valor económico, estos instrumentos son bienes culturales que, una vez se bajan de sus torres, están sometidos a un escrupuloso control técnico. “Hay que ir al cuartel de la Guardia Civil para dar de alta las campanas que entran y salen. Aquí las limpiamos, sin quitarles sus distintivos de antigüedad y se reparan los puntos de golpeo, si han sido dañados”, añade Damas Ortega, entre un conjunto de campañas restauradas —las más antigua data del año 1594— y creadas en los últimos días en el taller actual.
Las nuevas tecnologías llamaron a la puerta de Rosas con las instalaciones de la electrificación de las campanas. “La primera se hizo en 1961 de manera casera, aunque fue un proceso progresivo”, asegura Alberto Damas. Así como se propaga el sonido de una campana, este sistema se desarrolló para llegar, en la actualidad, a un montaje móvil y telefónico coordinado, pero que resulta muy simplificado, de forma que lo puedan manejar fácilmente los párrocos. “Con solo pulsar un botón pueden controlar las misas diarias, las fiestas o las de difuntos de varias parroquias. Nosotros lo tenemos archivado por si hay algún error, corte de luz o cambio de párroco”.
Entre el repiqueteo virgen de las nuevas campanas y el más experimentado de las que esperan a ser restauradas, Rosas también invierte su tiempo en los grandes relojes que imperan en las plazas de los pueblos sobre las fachadas de sus ayuntamientos o templos referentes. Esas esferas que marcan la hora exacta con el compás de sus agujas y que los trabajadores tosirianos se encargan de que no varíe ni una milésima de segundo. Estos relojes serán las estrellas de fechas como Fin de Año.
Más discretos, silenciosos y salvavidas son los pararrayos, que además de ubicarse en grandes edificios, también los instala la empresa centenaria.
Si se echa la vista atrás a los orígenes de Campanas y Relojes Rosas, a finales del siglo XIX, las instalaciones se ubicaban en la casa de María del Mar Rosas Jiménez, una de las socias de la firma y descendiente directa del fundador. Allí, en el emblemático Palacio de la Campana, estaba la fundición y el taller en el que se elaboraban y restauraban. Luego, en los años setenta, se dio un salto para instalarse en el polígono industrial, en la calle Fuente del Mármol. La necesidad del propio trabajo y la nueva normativa, los empujó, hace seis meses, a trasladarse en la nueva sede, donde trabajan actualmente once empleados y los cinco propietarios.
Constancia y renovación reforzadas por el tañido de una campana y por la efímera e inalterable huella de su sonido.
Elaboración artesanal, meticulosa y a medida
El proceso de elaboración respeta las fases tradicionales que los antepasados de los actuales trabajadores utilizaban. Sin embargo, los avances en la calidad del material han ayudado al perfeccionamiento de la elaboración y, por tanto, del sonido de la campana. De esta manera, para el material, antes se aleaba de chatarra, mientras que ahora los trabajadores cuentan con un lingote cuya aleación es exacta y precisa para la sonoridad concreta del instrumento.A la hora de realizar la pieza, se crearán tres capas por medio de unas plantillas llamadas terrajas. Una para moldear el macho, otra para la parte basta de la falsa campana, a esta se suma la que perfila el acabado de la falsa campana y, por último, una capa de molde a la cera perdida. Entre cada capa se echan unos productos para que no se peguen. “Antes se extendía clara de huevo, ahora se hace con productos químicos”, explica María del Mar Rosas. A la hora de rellenar el hueco, los profesionales deben tener mucho cuidado, pues el resultado debe ser muy liso. “No pueden quedar impurezas ni poros, pues ello dejaría muy frágil la campana final”, asegura la descendiente del fundador de la empresa. Una de las partes más delicadas de la campana es la unión con el yugo para lo que les instalan unas abrazaderas. La parte más espectacular del proceso es la fusión, que antes se realizaba por medio de un horno construído a la boca del foso de colada en el que se enterraban los moldes de las campanas. Ahora se recubren con unos moldes metálicos. Según Rosas, independientemente del tamaño de una campana, el proceso de elaboración es de un mes. “Hay que tener en cuenta el modelaje, la fundición, hasta el equilibrado con el yugo para que golpee bien, así como el respeto del original, ya que las campanas están hechas a medida”.