Un siglo de amor por la literatura
No es extraordinario pensar en Carmen Serrano Bonoso —jiennense de la capital, cien años a sus espaldas— con un libro entre sus manos. No lo es porque, según ella misma cuenta, la literatura llegó a su vida desde muy pequeña, cuando aún no diferenciaba géneros. “Apenas pude estudiar en el colegio. Pero no dejé de leer. Cualquier cosa: los tebeos de mi hermano, periódicos, revistas y libros”, recuerda.
Carmen Serrano nació en Jaén en el año 1914. Su trayectoria académica se vio truncada por causa mayor, ajena a su voluntad; tuvo —como tantos en su época— que acelerar su entrada al mundo económico, a la vida de mayores aún con cuerpo de niña. “Mi madre me necesitaba en nuestra casa. Estuve escolarizada hasta que hice la Comunión. Éramos cinco hermanos, tres varones y dos mujeres”, —visualiza, en su mente, a una familia que solo ella puede representar en vida—. Tanto en la infancia como en el paso precipitado de la adolescencia a la madurez hubo un hilo conductor: las historias que devoraba a solas, los narradores que, sin que ella fuese consciente, esculpían su personalidad, al tiempo que la entretenían.
Almudena Ordóñez, de treinta y seis años, es una de las trece nietas de Carmen Serrano. Ve en su abuela a una mujer íntegra, dócil y, cómo no, adicta a la literatura. “Siempre le ha gustado. El recuerdo que tengo de ella es verla en su casa con un libro”, confirma. La familia supo cómo celebrar el siglo de existencia de la mujer, que acumula menos años que lecturas. “Fue el pasado 21 de julio. Hicimos una fiesta en un restaurante. Y le dimos su regalo”, relata la nieta. No hubo sorpresa: un libro electrónico. Serrano ya disfruta del formato digital. “Ahora estoy con una historia de crímenes. Está muy bien”, manifiesta la mujer centenaria, encantada por adaptarse sin el menor inconveniente a los nuevos tiempos, a la velocidad de la tecnología. “Pero sigo con los libros de papel”, dice.
Serrano vive en estos momentos con su hija Ramona Ordóñez. Pasa temporadas en las residencias de sus otros dos vástagos, Carmina y Alfonso. Lo cuenta con autenticidad y cierta sensación de incomodidad. “Una familiar le ha grabado un montón de títulos en el libro electrónico”, explica Almudena Ordóñez. La “abuela” aún no sabe comprar obras vía internet. Cuestión de tiempo. Nueve años hace que la veterana lectora perdió a su marido, Alfonso Ordóñez, un agricultor jiennense con el que residió en el número 9 de la calle El Greco.
vitalidad. La actividad mental de Carmen Serrano no cesa gracias a su apetito intelectual; también le gusta escribir. La salud física, además, le permite disfrutar de la vida: dar un paseo, tomar un tinto de verano, compartir momentos con algunos de sus diez bisnietos. “Yo puedo hacer todas mis cosas mientras siga como hasta ahora y no me duela nada”, comenta. “Le gusta hacer ganchillo y croché”, añade su nieta. Y, por supuesto, están sus libros, sus historias. “Me entretienen mucho. No me siento sola. Los prefiero a encender la televisión”, concluye.