Un periódico vertebra la sociedad, no la destruye
Sorprendentes declaraciones de Mariano Rajoy en un foro empresarial, acogotado por el futuro de los ayuntamientos de Madrid y Barcelona. El presidente puso de sujeto de la estrambótica frase la corrupción, entonando un “Confiteor” tan necesario como evidente. Pero, tras el sujeto el complemento, culpando a la prensa, y particularmente a la televisión, de maltratar al corrupto. Lo de siempre, el mensajero paga los platos rotos. Desconoce el gallego lo que decía Emilio Romero: “Los periodistas solo contamos lo que pasa en la radio, le ponemos imagen en la televisión y lo analizamos en el periódico. Y nada más; si contar cosas es delito, pues somos unos delincuentes, pero honestos”. Hoy, en este planeta digital, las redes sociales “arrastran en bastos” y el miedo crece. Y es que “el periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”, decía Paco Umbral.
Intolerable que quien usa y abusa de la televisión pública, se ponga en la boca esas palabras ante un foro de empresarios dubitativos, sobre dónde y a qué siglas lanzar el cheque en blanco. Y es que el dinero no cree en Dios y hablando de él, hasta los santos se bajan de las peanas. Recomiendo el espléndido y sabroso último libro de Manuel Vicent, “Desfile de ciervos”, la segunda parte de “Aguirre el Magnífico” (Alfaguara 2015 y 2011) Es todo un trepidante buceo por los polvos con olor a incienso y con atuendo de Armani que han traído estos lodos putrefactos. Una frase magistral del libro: “La sangre derramada formaba una alfombra roja por donde desfilaban sucesivos ciervos con chaqué y gacelas con pamelas, mientras un cardenal arrastraba la púrpura a lo largo de la cloaca máxima”.
Un periódico no es un panfleto, aunque los hay. Un periódico no es la crónica de la mentira, aunque algunos la rozan. Un periódico no es un cobijo de “plumillas desesperados que escriben con tinta resentida”. Sin ser ni cuarto ni décimo poder, el periodismo es solo “una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, decía García Márquez. Y la realidad es esta y les confieso que un periodista carga más las pilas y se llena de energía cuando informa sobre los agraciados en la lotería o sobre iniciativas solidarias que teniendo que hacer guardia a las puertas de los juzgados.
Pero, además, tiene una misión insoslayable, ayudar a la vertebración de la sociedad. Y quienes más lo hacen son los periódicos de ámbito provincial. Qué mejor que impulsar proyectos propios, enraizados en la tierra y comprometidos con sus ciudadanos. Y cuando un periódico demuestra su compromiso con la tierra propia es en momentos de crisis con un esfuerzo titánico para vertebrar esta sociedad invertebrada sobre la que escribió Ortega y Gasset. La importancia del periódico local le viene dada porque nos cuenta las historias más cercanas, las que más nos afectan y que pasan desapercibidas para los grandes medios. Un buen periódico es vertebrador cuando, como decía Arthur Miller, “logra convertirse en un pueblo hablándose a sí mismo”.
No, señor presidente, no. Le aconsejo que dedique un tiempo a leer el periódico y no solo los resúmenes de prensa que le ponen cada mañana en su mesa los asesores áulicos que solo leen los titulares, pero no el cuerpo de la pieza periodística.