Un pastor en pleno siglo XXI
"Para ser pastor, hay que nacer y que te guste”. Así se expresa Antonio Martínez, un hombre de cuarenta y nueve años, de Andújar, que desempeña el oficio de pastor de la decena que puede haber en la ciudad de Andújar. Fue de niño a la escuela a los centros Capitán Cortés y Francisco Estepa para adquirir una formación básica. Finalizó la EGB y entonces se dedicó a cuidar ganado. Después se casó con Eva María Sanabria, matrimonio que tendrá tres hijas: Eva, Cristina e Inmaculada.

El oficio le viene de familia, de cuidar el ganado de sus padres, María y Manuel. Hoy cuenta con un ganado de unas trescientas cabezas entre ovejas y cabras. Las ovejas “segureñas” son las mejores para carne y las cabras “arochas” o lecheras. El establo está en el cortijo de San Nicolás, en la zona de la Ropera en Andújar, y su radio de acción se extiende por toda la ribera del Guadalquivir, entre chopos y vegetación, terrenos de la confederación.
Para Antonio Martínez, el ser pastor le da para vivir simplemente, un oficio muy sacrificado pues el ganado tiene que comer todos los días, de ahí que todas las jornadas sean iguales, al no distinguir un festivo de un laborable, si hace frío, llueve o, como ahora, hace calor
A las seis de la mañana arriba, ordeña las cabras —cuya leche va para una empresa de Valdepeñas de Jaén que la oferta a la industria quesera, como por ejemplo, a Marcos Conde de Zamora—, visualiza el ganado, ve los corderillos, los chotillos, si hay algún animal enfermo y con la salida del sol se dispone a pastorear hasta que se vuelva a meter el sol por occidente.
La finalidad de esta actividad es vender la carne. Un corderillo se vende entre cuarenta y cinco o cincuenta euros, lo mismo que hace veinte años, al ser una carne muy buena, que no pasa de diez kilos de peso y tiene unos cuarenta y cinco días de vida. El choto, de siete a nueve kilos y unos cuarenta días de existencia (sus piernas y paletillas son exquisitas). En torno al choto hay una gastronomía andujareña propia con el “alda” al horno. Vende a particulares y a restaurantes. La lana, en cambio, ya no vale nada.