Un paso atrás en la historia

Concepción Agustino Rueda  desde JAÉN. En las alcantarillas de la antigua Roma era frecuente que se produjeran atascos ocasionados por los cuerpos de miles de fetos y bebés recién nacidos, que eran desechados por sus padres o madres, como simple basura. Y es que en la sociedad antigua, en Grecia y en Roma, el aborto y el infanticidio estaban generalmente permitidos y eran socialmente aceptados, ya que el padre tenía absoluta autoridad sobre sus hijos.

    20 ene 2014 / 16:02 H.

    También los ancianos, los enfermos incurables, o los cansados de vivir, podían suicidarse, solicitar ser eliminados de modo más o menos “honorable”, o bien eran sometidos a prácticas o ritos eugenésicos. El aprecio por toda vida humana, desde el momento de su concepción hasta su fin natural, fue un verdadero progreso introducido por el cristianismo. Los primeros documentos históricos, referentes a los seguidores de Jesús, ya recogen esta novedad, para un mundo en el que la vida de los niños no valía nada, y podían ser violados o esclavizados, sin ninguna repercusión legal. Por ejemplo, la Didajé (siglo I), señalaba: “No harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida, no la harás morir”. También la carta de Diogneto (siglo II), distinguía a los cristianos, porque: “Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos”.
    La aprobación por el Consejo de Ministros de la Ley del Aborto se presentó como fruto del progreso. Pero conociendo la historia, vemos que, en realidad, se trató de un retroceso que hay que poner en la cuenta de ese terrible lado oscuro, al que el recordado Juan Pablo II llamó “la “cultura de la muerte”. Este texto, al que tuve acceso, es una reivindicación de la vida, basada en la historia, que es nuestro auténtico legado.