Un paso al frente para velar por la calidad del aceite de oliva

que sirven en los establecimientos hosteleros es fiable al cien por cien, con la obligatoriedad de que se sirva en envases con tapón irrellenable, además de ir acompañado con un etiquetado específico y claro. Algo que parece elemental y obvio para otro tipo de productos, como el vino o la leche, sin ir más lejos, pero que en el caso del aceite no se respeta en gran parte de los negocios del sector.
La normativa que ahora se impulsa y que tendrá ámbito europeo, pretende luchar contra el fraude, o lo que es lo mismo, evitar que se desprestigie de cara al cliente un producto que debe ser mimado en cualquier parte del mundo, pero aún más en la cuna en la que nace.
La provincia de Jaén, como principal productora mundial, debería ser capaz de colocarse por delante de cualquier tipo de ley sobre este particular y dar ejemplo en la materia. Bares, restaurantes y otros establecimientos del sector ofrecen el producto en aceiteras sin la más mínima garantía de la procedencia o de las propiedades del aceite, una costumbre arraigada en nuestros pueblos y ciudades que se está a tiempo de desterrar. Con todo, también es cierto que la mentalidad poco a poco va cambiando y existen restauradores que destacan en sus cartas de manera detallada las variedades con las que cuentan en su cocina, como un símbolo de la categoría del restaurante, como sinónimo de calidad en la elaboración de sus recetas. Es el momento de adelantarse a los tiempos y servir de modelo en una materia en la que Jaén tiene el deber moral de ir siempre a la cabeza.