Un partido fuerte
Anda el PSOE, en estos días de congresos, preocupado por ofrecer una imagen de fortaleza que considera indispensable para acometer los retos que se presume surgirán del deterioro del actual gobierno conservador y su política de ajustes y recortes. El argumento de partido fuerte es ya muy antiguo, acuñado por Alfonso Guerra tras el golpe de Estado y cuando se debilitaba la 'derechona' española a favor de una derecha más sensible a posiciones menos extremistas y más liberales en el recién llegado panorama europeo. Pero para dar validez a un postulado tan antiguo hay que reconvenir el propio significado del término.
Un partido fuerte —en mi opinión— es un partido abierto. Abierto a la sociedad y enfocado a los problemas de la gente. Abierto a la participación crítica de sus afiliados, simpatizantes y votantes. Es decir, democrático, donde los estatutos no son manejados por cínicos “saltimbanquis” que escriben lo que es justo en renglones torcidos. De lo que se trata es de hacer resurgir el liderazgo social y producir su confluencia con el liderazgo del partido. La fortaleza de una organización reside en su esencia, no en su estrategia, porque la uniformidad solo es un factor positivo en la mente de los mediocres, que ven al librepensador como una amenaza en su óptica para perpetuarse en el poder. A medida que el PSOE sea más solidario y sensible con los desfavorecidos por el sistema, allá donde se encuentren, más fuerte y consistente será su marca política. Cuanto más den sus dirigentes ejemplo de mesura y luchen sin tapujos haciendo bandera de la tolerancia cero contra la corrupción, más fuerte será este PSOE que, por vocación, historia y convicción, está convocado a liderar la próxima revolución contra el sistema económico imperante. ¿Se piensa en la fortaleza cuando se pretende organizar una conferencia para definir el modelo de partido con la ausencia efectiva de sus bases? Parece que confundimos un partido fuerte, de entonces, como el liderado por Felipe González, con la situación actual, donde nuestros líderes navegan entre la confusión y la traición, sin más horizonte que el de mantenerse en el poder y retrasar, como sea y a costa de quien sea, una renovación necesaria para hacer renacer una mayoría estable y fuerte que es, en definitiva, lo que necesita este país, lo que precisa Andalucía. De momento quedan unas siglas, PSOE, unos congresos virtuales, un “weekend” de antilíderes, unos congresos redundantes como un pleonasmo, una fonda sin gobernanza ni imaginación que ya no sabe qué artículo de los estatutos del partido aplicar para detener el ansia de democracia interna. ¿Qué fue de aquel PSOE fuerte que encandiló a Europa e ilusionó a los españoles? Hay un dicho anónimo que dice: “Si no puedes convencerles, confúndelos”. Y lo consiguen, yo al menos estoy, como toda la #generacionreset.
Ángel Menéndez es economista