Un país de yernos

En un artículo publicado por García Márquez en 1982, el periodista escribe: “Si uno coloca un dato auténtico en medio de una ciénaga de invenciones, la tendencia del lector es la de apoyarse en el dato cierto para creer en todos los datos falsos por muy inverosímiles que sean”. Aznar ha vuelto a demostrar que es especialista en la materia con la entrevista promovida en Antena 3 para desviar la atención del chaparrón que sigue cayéndole con la Gürtel, los sobresueldos y la boda imperial de Agag, continuador de una tradición que podría titularse España es un país de yernos, aunque han roto con la cultura representada por Villaespesa para fundar la del trinque y el pelotazo. Cansinos Assenz cuenta en La novela de un literato que preguntaron cuál era la profesión del poeta y el que lo sabía contestó “yerno”.  La semblanza de Aznar es más amplia, afecta también a Ana Botella, legítima alcaldesa madrileña a la que se llevó de fiesta a Portugal al día siguiente del gravísimo suceso del Madrid-Arenas. ¿Dónde estaba la supuesta inteligencia del marido para decirle que tenían que suspender ese viaje? En otro tiempo se decía que “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”, pero ahora ni Mato, ni Pantoja ni las madres que las parieron se enteran de nada. Parece que con Botella no puede aplicarse a la inversa. Sin embargo, la famosa entrevista fue un aznarazo, neologismo que casa con sinónimos como pitonazo. Aún colean en tertulias mediáticas las embestidas contra el presidente Rajoy, pero desde el principio se ignora el arte denunciado por García Márquez. Los expertos niegan que bajase los impuestos porque en el cómputo global ganó la subida, pero en un presente en el que el fantasma de la escasez y del hambre se ha filtrado en muchas casas interesan mucho las fatales consecuencias de acciones de las que presume. Bajó el paro (más aún en el Gobierno de Zapatero) con la creación de la burbuja inmobiliaria, con tres consecuencias más difíciles de superar que la de la crisis económica. La primera y más dañina en el tiempo, porque apenas admite rectificaciones, de índole ecológica, que afecta fundamentalmente a la costa mediterránea y a parajes protegidos contra las especulaciones; la segunda, la expansión de las corrupciones provocada por la liberalización del suelo, multiplicadas en los ayuntamientos según lo conocido y lo que quedará por conocer, y la que completa el silogismo: la ilusión falsa que llevó a miles de jóvenes a abandonar los estudios para ganar dinero en la construcción, sin advertirles que cuando explotase la burbuja quedarían sin oficio ni beneficio. Los historiadores se ocuparan de estos aspectos mientras que el presente confirme a García Márquez con periodistas como Fernando Jáuregui en televisión: “a Aznar nunca le he pillado una mentira”.  
J.J. Fernández Trevijano es periodista

    14 jun 2013 / 16:47 H.