Un monolito para prevenir del olvido
Contra el silencio y el olvido, memoria y, con ella, dignidad. En un “esfuerzo de divulgación de la verdad”, un monolito señaliza, desde ayer, el horror de la Guerra Civil en la Plaza de Santiago, a la entrada al refugio antiaéreo que “salvó miles de vidas”. Pretende ser un “homenaje permanente” a las cientos de víctimas de un conflicto entre hermanos.

Estaba en la acera de enfrente. Sentada en un escalón. Calentándose bajo el tibio sol de un gélido día de primavera. Sus ojos entornados escudriñaban en la distancia el revuelo de políticos y periodistas congregados en la Plaza de Santiago para descubrir un monolito que, desde ayer, recuerda a la población local e informa a los visitantes de que, bajo la superficie, subsiste un refugio antiaéreo que “salvó muchas vidas” en Jaén durante la Guerra Civil que, entre 1936 y 1939, enfrentó a hermanos de sangre. A punto de cumplir los 88, Josefa Rueda Peragón es memoria viva de la tragedia y de ese “símbolo de resistencia contra el terror” —como lo definió el director general de Memoria Histórica de la Junta, Luis Naranjo— que fue el refugio antiaéreo de la Plaza de Santiago. Por aquel entonces, no tenía aún 12 años. Vivía en la calle Duque del barrio de La Merced y, aunque enemiga de que le “mienten los malos recuerdos”, evocó: “Cuando venía el aparato [en alusión a los aviones], una sirena tocaba en la estación de Renfe. Se escuchaba por toda la ciudad y teníamos que correr a protegernos de las bombas”. Había refugios bajo las plazas de La Merced, de San Ildefonso y de Santiago, el único de los que se ha conservado como huella del horror bélico. Tenía capacidad para unas mil personas, apuntó la delegada del Gobierno andaluz, Purificación Gálvez, a los medios. Pero el pavor llevaba a muchas más a los escasos metros cuadrados que ocupan sus estrechas galerías. “Ahí estábamos amontonados para salvar el pellejo”, sintetizó la mujer, que añadió: “Hasta se ha dormido ahí”. Bajo tierra, en un espacio desangelado que desarma y pone la carne de gallina al que hoy lo recorre como espectador, y que la Junta de Andalucía ha querido señalizar como “lugar de memoria histórica” de la región para prevenir del olvido y del silencio. “Una sociedad se fortalece si recuerda los acontecimientos que llevaron a la destrucción”, defendió Gálvez a escasos metros del monolito. Y el director general de Memoria Histórica del Ejecutivo autonómico abundó en ello: “[Este hito] es un nuevo paso en el reconocimiento de la verdad sobre lo que ocurrió tras el golpe de estado de 1936”. Recordó que el artículo 4 del anteproyecto de ley de memoria democrática de Andalucía establece como “lugares de memoria” a los territorios y sitios que, “de forma relevante”. “recuerdan episodios de represión y de resistencia del pueblo defendiendo los valores democráticos”. Y el refugio de la Plaza de Santiago —señaló—: “Fue un lugar de resistencia popular frente a las agresiones que llegaban por el aire, que no tenían valor militar, tan solo servían para desmoralizar a la población y asustarla para que no siguiera luchando contra las tropas rebeldes de Francisco Franco y que ocasionaron miles de víctimas”. Uno de esos bombardeos, el 1 de abril de 1937, dejó en la capital 159 muertos e incontables heridos.