Un hombre solo
Aún estamos ante la estupefacción, el miedo y la pena honda ante la matanza llevada a cabo por el joven asesino Anders Behring Breivik, que a sus treinta y dos años, él solito ha decidido cambiar la sociedad, por eso justifica 'una matanza atroz pero necesaria'.
Se empezará a analizar la personalidad de este individuo y oiremos eso de desequilibrado mental y un largo etc. Para intentar entender al menos qué le ha pasado a esa mente maligna.
La furia del odio a lo diferente, el pensamiento político ultra, y la posesión de la verdad, son el caldo de cultivo para cometer atrocidades, y justificarlas.
Este chico joven de aspecto pulcro y educado, al que ninguna madre miraría de reojo como candidato a novio de sus hijas (rubio, guapo, superpijo, aspecto de formal, seguro que buena familia...), encierra en sus entrañas el odio recalcitrante contra la democracia, contra la tolerancia, contra lo diferente.
Somos la sociedad la que tenemos que decir a este tipo de gente, que no necesitamos salvadores.
Que el huevo de la serpiente anida en los corazones hitlerianos.
Que nunca, nunca, el terrorismo está justificado, pero menos aún en una sociedad desarrollada y pacífica.
Que esta barbarie no la ha cometido un pobre paria acuciado por el hombre, el hambre y la miseria.
Que ha sucedido en un país como Noruega: pequeño, rico, con una tasa de paro mínima, formado técnica y culturalmente. Por eso, una masacre tan premeditada no es el fruto de la locura, ni de la desesperación, es el fruto del desprecio a la sociedad. Hay que vigilar a estos aprendices de genocidas.
Funcionaria
Ana Barberán